Douce plume acariâtre

    

 

 

 

       Titulo original : DE LA MAYONNAISE DANS LE DESERT

             Traduccion        Sonia Valera Martinez

 

 

HAY MAYONESA EN EL DESIERTO

 

O EL PATO AFRICANO

  

                                      Capítulo primero; Houston 3 de febrero de 2026.

 

            ¡Es verdaderamente lo que se conoce por reunión en la cumbre!

Dos cientos ochenta y tres pisos, las más grandes superficies de despachos en alquiler disponibles en la actualidad en todos los States. Aunque a precios exorbitantes, cientos de sociedades de todo tipo siempre son partes interesadas. Para aquéllas que establecen aquí ya sea una sucursal o su sede principal, es lo más “in” tener como dirección la prestigiosa nueva torre.

            Increíble estructura donde se mezclan el carbono, el titanio y el bambú; más sorprendente aún su silueta tan característica salida del cerebro sarmentoso de un genial arquitecto surcoreano, probablemente émulo del grandísimo Gaudí, el catalán del siglo pasado. El fabuloso edificio, que sevienen  a admirar desde todo el mundo, suscita bastantes polémicas pero en cuanto más se habla, más chic es instalarse en él.

            Las diez últimas plantas están enteramente ocupadas por la B.U.M. Oil Company que es, por otra parte, la feliz propietaria de esta maravilla de la arquitectura, cuya primera piedra fue puesta en noviembre de 2024, hace justo dos años, dos meses, dos semanas y un cierto número de días. La BUM, tal y como se abrevia frecuentemente, pretende convertirse en la más importante sociedad productora de carburante del planeta. Desde hace siete años tiene la concesión de explotación de prácticamente tres de cada diez pozos de petróleo.

            Lamentablemente el oro negro ya no mana a borbotones, en todos los continentes, en el fondo de todos los mares y océanos, las fuentes se agotan rápidamente y, sin embargo… a trescientos sesenta y ocho euros el barril, la producción es vendida incluso antes de su extracción.

            Lo que ha estado a punto de ser, por muy poco, la primera guerra mundial duradera de este siglo veintiuno, justo acaba de terminar. Prácticamente previsible desde el inicio de la crisis de 2008, el gigantesco conflicto se ha presentado como la única solución posible cuando en 2023, tres cuartas partes de la masa salarial de los países más modernos fueron arrastradas al paro, sin verdaderas esperanzas de salir del paso. Los gobiernos de las numerosas naciones afectadas, por fortuna, se dieron cuenta de sus respectivas locuras en vista de la considerable destrucción; después de únicamente un mes de combates, los potenciales industriales pagaron de tal manera el pato con las denominadas armas convencionales, que en todas partes la reconstrucción demanda una enorme cantidad de energía y, por lo tanto, de carburante.

            En lo que se refiere a los habitantes de la tierra, casi mil doscientos millones de ellos fueron asesinados por las temibles bombas de neutrones. Una sana sangría según los analistas que seguramente no habían perdido ningún ser querido. Pero las máquinas continúan ávidas y la BUM, que alegremente participó avivando el fuego que precedió el conflicto con su excelente aceite, ha proveído combustible gustosamente a los ejércitos de cualquier bando y continúa dichosa, de ahora en adelante, alimentando el reinicio de la vida en paz.

            Esta paz cuya mejor definición continúa siendo, desgraciadamente y para siempre, el periodo de tiempo entre dos guerras.

            Todas las grandes ciudades al borde del mar y aquéllas edificadas en otro tiempo cerca de las desembocaduras de los innombrables ríos del planeta agonizante, tienen necesidades colosales para alimentar los motores hambrientos de millones y millones de camiones que levantan sin cesar diques kilométricos. Las pequeñas ciudades tienen menos oportunidades, la mayoría de ellas son abandonadas a su triste suerte. Con el agua al cuello, poco a poco se vacían de sus últimos valientes habitantes. En los últimos doce meses, el nivel medio del mar ha subido en casi tres metros, sólo dos y medio según los especialistas generosamente pagados para esconder una realidad a todas luces evidente.

            Los accionistas de la B.U.M. Oil Company se frotan las manos contando sus pingües beneficios pero… con un ligero bemol durante este último año. Parece que éste es el motivo de la reunión de hoy, una asamblea excepcional de los altos cargos.

            One Duck, diminutivo de Winston Duck, con ningún parentesco con un Donald muy conocido del siglo pasado, es el Director de Proyectos de la B.U.M.; últimamente está preocupado, Phillip Angelo, el Big Boss, lo mantiene un poco apartado. Como si se le estuviera haciendo la cama.

Sujetando con firmeza su maletín, coge con algunos minutos de retraso sobre sus compañeros y enemigos de curro, uno de los ascensores que lo propulsará cual cohete al último piso hasta la estratosfera.

Allá arriba, en una amplia sala, alrededor de una gran mesa que constituye, junto con diez sillas, el único mobiliario de todo el edificio, nueve culos ya están instalados. El edificio no ha sido inaugurado aún de manera oficial y los materiales de seguridad no están completamente instalados. Perdón, existe una undécima silla destinada al agradable pandero de la secretaria particular del Señor Presidente Director General que, con una ética muy profesional, podrá limarse las uñas en una salita contigua.

            One Duck penetra en el antro, silencioso, cabizbajo, intentando inútilmente resultar invisible. El lugar es siniestro, el mismo maletín, o al menos uno muy parecido, dispuesto frente a cada personaje. Todos cuidadosamente alineados, conteniendo, probablemente, preciados documentos, planes maquiavélicos, cálculos estratégicos, estadísticas y otros “yyoquésémás” en todo caso muy importantes.

            El que ahora deja One, diminutivo de One Duck, acoge a Mickey su ratoncito blanco fetiche. Prisionero en una bonita jaula dorada y acolchada con el mejor algodón, le encantaría poder mordisquear un poco del perrito caliente con mostaza que su venerado amo se ventila de manera decidida al final de cada reunión y cuyos efluvios excitan sus minúsculas aletas nasales.

            El hombre que preside la mesa se levanta, con los ojos fijos duramente en el que ha llegado tarde.

-       ¡One, una vez más es el último!

-       Señor presid…

-       ¡Cállese! Primer y único orden del día: nuestras importantes pérdidas y cómo pronto deberemos orientarnos en otras fuentes de carburante.

Señores, justo en el momento en que ocuparemos la cima de esta magnífica torre que el mundo entero nos envidia, nuestra sociedad tendrá un déficit de treinta y dos mil millones de euros ¡una menudencia! Nuestros accionistas están que trinan y me han dado un fuerte tirón de orejas por medio del grupo de abogados que les representan.

El Señor Director de Proyectos, que en este momento no tiene ningún proyecto ni en el macuto que utiliza de maletín ni en la cabeza, se permite el lujo de levantar el dedo y, peor todavía, de interrumpir a Dios padre.

-       Señor Presidente, discúlpeme pero, si no me equivoco, ¿no hemos acumulado dos cientos treinta mil millones de euros de beneficios en el último año contable?

-       ¡One, cállese! Estaba previsto que ganásemos dos cientos sesenta y dos. Hemos perdido entonces treinta y dos. ¿Ha olvidado la aritmética elemental?

Winston, dice One, se congratula diciéndose que, una vez más, mejor hubiera sido callarse la boca.

            Otro dedo se levanta allá en el horizonte, en la otra punta de la mesa.

-       Perdone, ¿cuánto es eso en dólares?

-       ¿Cómo diantres queréis que un curro funcione correctamente con semejantes bichos raros? Bert, el Dólar, ha llegado a su F I N, me oye, F I N, por Dios, es del pasado ¡Póngase al día o váyase con los Papús, están más evolucionados que usted!

Ningún otro participante mira ni a One ni a Bert, como si al hacerlo, temieran contraer de repente cualquier vergonzosa enfermedad.

El hombre sentado a la izquierda del todopoderoso lanza miradas furtivas a su maletín y suspira recordando las revistas porno que contiene. Esas chicas son tan guapas y tan guarras… le gustaría tanto que la mojigata de su mujer consintiera las mismas volteretas sexuales que ellas ejecutan en cada página. Para conseguir semejantes delicias, el Señor Director de Comunicaciones debe recurrir regularmente a discretas profesionales.

Justo enfrente de One se sienta Stevens Barry-Noa, Director de cuentas. Al menos su maletín seguro que está repleto de columnas interminables de cifras con un saldo negativo justo debajo de ellas, cosa que toca las narices del Presidente.

¡One, si supieras lo que contiene ese pequeño maletín de suave cuero negro!

Stevens ha sido advertido, al igual que los otros miembros de esta gloriosa asamblea, de que no tendrá nada que decir. Es por ello que hoy sólo lleva una lista que su señora le ha preparado con las compras domésticas, tres corbatas de recambio ya que el señor es un maniático de los corbatines y un paquete de protege-slips porque las hemorroides le dan por saco en este momento. Sin embargo, es el único de todos estos bellos señores que conoce el motivo real de la reunión, junto con el Big jefe, evidentemente.

El Señor Responsable de Recursos Humanos, Jack Haresson, que, en otro tiempo, se benefició del simple cargo degradante de jefe de personal, carga con un voluminoso dossier con las sumas que el fisco le reprocha haber ligeramente disimulado.

De hecho ninguno ha traído absolutamente nada que tenga relación con la B.U.M.; nada en ninguno de los otros ocho rectángulos negros de los nueve alineados sobre la mesa. Las órdenes eran explícitas: ni ordenador, ni Kube-com, ese fantástico aparato revolucionario nieto del teléfono móvil. Todo este tejemaneje para no reunir en un mismo lugar tan inseguro los importantes secretos de la Company. Sólo el gran jefe tiene unas hojitas que utiliza de guía para su monólogo.

-       Señores, el futuro pertenece a la B.U.M., está frente a nosotros y hemos previsto lo que sucederá después del petróleo. Aparte del hecho de que llevamos a cabo intensas acciones para contrarrestar el desarrollo del motor de agua, desde bastante antes de la guerra, sin hablar del lodazal iraquí y de nuestro nuevo Vietnam llamado Afganistán, desde exactamente 2004 compramos sistemáticamente grandes cantidades de terreno, preferentemente en los márgenes de los desiertos. En cuanto a los gobiernos que se opusieron a las transacciones de apropiación, cogimos concesiones de explotación del suelo.

Bastantes de estos países nos cedieron de manera voluntaria estos documentos a cambio de un aprovisionamiento inmediato de carburante: así de necesitados estaban estos pobres. ¿Ven ustedes cuánto contribuye nuestra Company al desarrollo armonioso de nuestro planeta?

Señores, ¿cómo se llama el futuro?

Jatrofa, ¿alguno de ustedes conoce el significado de esta palabra?

Inmediatamente, el eminente Señor Director de Recursos Humanos levanta el dedo, orgulloso de poder pavonearse de sus conocimientos.

-       Es un arbusto, creo haber visto un documental en la tele, parece que en la India…

-       Muy bien mi querido Jack, constato con envidia que aún tiene tiempo para mirar la tele. ¡Qué suerte tiene colega!

Efectivamente es un árbol que rara vez sobrepasa los tres metros, por lo meno en la especia que nos interesa. Agárrense señores, el vegetal en cuestión da actualmente un litro de muy buen aceite, capaz de alimentar todo tipo de motores sin refinamiento alguno, con sólo ocho kilos de sus frutos. Evidentemente el rendimiento puede ser mejorado utilizando una tecnología de presión más perfeccionada. Hemos empezado la explotación de algunas tierras, a pequeña escala y con objetivo experimental, con la total colaboración de los gobiernos de Brasil y Argentina, igualmente, algo en Zimbabue y, finalmente, en Mongolia.

Para nuestra gran dicha, señores, esta perla aún rara no pide más que un poco de agua, incluso ninguna. Mañana inundaremos el planeta entero bajo nuestro carburante cincuenta veces menos oneroso que el petróleo en su producción. Evidentemente, los precios en el surtidor para esos queridos consumidores no bajarán jamás, y de lejos, en las mismas proporciones.

One, ¿me escucha?

-       Por supuesto, Señor Pres…

-       Bien, como iba diciendo…

 

Qué va; la mente de One está a mil leguas de aquí. Está al lado de Jennifer, su quisquillosa hija que se queja de tener sólo dos tarjetas de crédito y que ayer le mostró su descontento a grito pelado mientras pasaba como el viento bajo el techo familiar.

-       Papá, no eres más que un tacaño. Aún no me has comprado el Oldsmobile descapotable mientras que mamá ya tiene el último Smart. ¡No es justo!

Luego está igualmente su hijo pequeño Harold, con la cara todavía cubierta de acné juvenil, que declara estar listo para la universidad. Esperando el momento, acumula una chiquillada tras otra, la última de las cuales le hizo volver a casa escoltado por el inspector Garry de la comisaría del distrito.

-       Mister Duck, ¡haga el favor de intentar convencer a su hijo de que no debe abastecer de hachís a sus amigos del instituto!

La pequeña travesura le costó cuatro billetes de los grandes, de los nuevos de mil euros, para las obras sociales de la policía.

-       Le haré un recibo.

-       No, no será necesario.

… - y ese hombre afortunado será entonces… Winston Duck, al que felicito por adelantado por los excelentes resultados que obtendrá.

Dieciocho ojos se plantan en One que se levanta confuso, balbuceante.

-       Por supuesto, señor Presidente, lo haré lo mejor que pueda para ser digno de la Company.

Pero, ¿qué ha dicho? No he escuchado el final del discurso ¿en qué follón estoy metido?

-       ¡Felicidades colega!

Las palmadas llueven sobre la espalda de One que permanece desamparado, sin saber qué decir.

-       Bravo colega, qué suerte lo de este ascenso, el futuro del curro está en tus manos.

-       Y qué, afortunado, ¿nos enviarás postales desde tu desierto africano?

-       Eh… sí, claro que sí…

¿Un desierto? ¿África? Únicamente uno de sus llamémosles compañeros le da su verdadera opinión apretándole con fuerza la mano y durante demasiado rato.

-       ¡Mi más sentido pésame, colega!

A modo de recordatorio, el Señor Presidente explica al acabar.

-       Ha sido usted escogido por su excelente conocimiento del Francés y también porque nunca ha manifestado el menor problema en trabajar con gente de color. En Mali éstas serán dos bazas de gran importancia. Kent Mallow, su adjunto, al que usted ha formado tan brillantemente, ocupará su puesto.

Se marchará dentro de quince días, colega. Aquí tiene un primer dossier que deberá estudiar lo antes posible, más tarde se le proporcionarán otras instrucciones.

Señores, pueden retirarse, nos volvemos a ver esta tarde, junto con todos sus documentos. No volveremos a pisar la torre hasta el día de la inauguración oficial, dentro de poco menos de tres semanas. Como ya saben, está previsto que no nos instalemos de manera definitiva hasta la segunda semana de marzo. Dense prisa, sólo les queda una hora para comer.

One Duck, desolado, mira la treintena de hojas dispuesta frente a él y no puede levantarse. Se le va a escapar el ascensor que repatría hacia tierra firme a la secretaria y a los nueve que fingen ignorar su espléndido pandero, salvo quizás Gordon Lyndhurst, el encargado de relaciones públicas, que sin duda prefiere el contenido de los pantalones masculinos. El cohete no volverá a subir, los obreros que aún trabajan en el extravagante edificio también se marchan a comer, sin Kube-com… One llegará tarde a la vuelta al curro. No se siente capaz de bajar los dos cientos ochenta y tres pisos a pata por la escalera de emergencia.

-       Veamos cuál va a ser mi futuro inmediato. Pero antes, el perrito caliente frío con mostaza que voy a compartir con Mickey. A ver si inventan de una vez el microondas de bolsillo. Hay una cosa que me fastidia, ¿cómo puede ser que, ocupando el puesto que ocupo en la Company, nunca haya sido informado de los primeros ensayos con esos jodidos árboles milagrosos?

Fue entonces, almorzando en agradable compañía, colgado allí arriba, cuando One abre el dossier JATROFA y descubre con qué salsa va  sera el mismo comido.

Hacia las tres de la tarde, el único ascensor en servicio continúa bloqueado en la recepción y va a ser necesaria una hora y veinticinco minutos de ahogo intenso para que One vuelva a su Buick y pueda reencontrarse con su Kube-com que marca un número incalculable de intentos de llamada: del Señor Presidente; de Bárbara, su dulce esposa, y… ay, ay, ay… del inspector Garry otra vez.

Duck aprieta el único botón del aparato y éste despliega en seguida su pantalla virtual de unos treinta centímetros por veinte.

-       Páseme al Big boss por favor.

Ninguna voz, aparte de la de su titular, puede dar órdenes a un Kube-com, de ahí la inutilidad de intentar robarlo. Si por casualidad se perdiese, la compañía que tiene el monopolio mundial te garantiza su localización de manera casi inmediata por un precio irrisorio. Sólo pueden destruirlo el fuego, el ácido o un golpe muy violento, además una sola pila de botón minúscula asegura su energía para más de tres meses.

Es evidente que, con semejante servicio de fijación de tarifas, no está al alcance de cualquiera y la mayoría de la gente permanece enganchada al tradicional teléfono móvil.

En menos de dos segundos aparece en la pantalla un Boss colérico y vociferante.

-       One, ¿qué coño hace? ¿se está riendo de mí en mi cara?

-       No señor, me quedé atrapado en la torre y…

-       ¡Regrese inmediatamente!

One pide contacto con su querida, pero muy cara, media naranja y Bárbara aparece a su vez:

-       Cariño, te recuerdo que esta noche cenamos en casa de los O Tumbert’s y que el poli Garry quiere volverte a ver.

-       Dile que me pasaré por la comisaría mañana por la mañana sobre las nueve.

En la B.U.M. Oil Company la noticia del gafe bloqueado sin ascensor es conocida por todos y sonrisas sarcásticas saludan de manera pérfida al que siempre llega tarde. Solamente Chris, la secretaria y también única amante de Winston, se preocupa.

-       One, últimamente parece usted perdido.

-       No se preocupe, estaré mejor dentro de quince días; plantado en la arena del desierto malí, ya que no tengo elección. Si denuncio mi contrato con la BUM dimitiendo, no recibiría ni un céntimo de indemnización, incluso, probablemente, los tribunales me condenarían a pagar a mí y aún me quedan ocho años de mi última hipoteca. Estoy jodido Chris.

Por fin comprendo por qué mi adjunto, el capullo de Kent, maquina a mis espaldas desde hace casi un año y medio; siempre en el despacho del Boss y los dos viajes a la India sin que supiera el motivo. Se han reído bien de mí en mi cara y resulta que todo el curro está al corriente.

-       ¿Y si cayera enfermo?

-       Imposible, las compañías de seguros han implantado en lo sucesivo el detector de mentiras para controlar a los gandules y ese maldito aparato es cien por cien fiable, no hay manera de engañarlo.

En casa de los O Tumbert’s, como de costumbre, la cena es desesperadamente aburrida aunque la anfitriona lleve un escote que baje vertiginosamente hasta su ombligo, lo que, dadas sus redondeces, no produce el mejor de los efectos. One no se atreve a comunicar su próxima partida, Bárbara tampoco ha sido aún avisada, sino no hubiera podido contener su lengua.

Los pensamientos del hombre de la BUM están lejos de aquí, un apartamento de dos cientos sesenta metros cuadrados en el barrio más chic de la ciudad, un estudio comprado para Jennifer, un pequeño rancho cerca de Dallas, una casa al borde de la laguna en Miami con, amarrado justo enfrente, un estupendo Grand Banc, comprado recientemente y equipado para la pesca deportiva en las Bahamas, cinco coches… nada en absoluto. Pero Winston Duck llamado One Duck y abreviado One, no es feliz.

Esa noche, muy tarde, antes de la reparadora camita, Bárbara se da unos aires que no llevan a error sobre sus intenciones. No alega una de sus eternas migrañas y, como de costumbre, se ha bañado demasiado en ese perfume que casi hace le hace bajar el pistulín. Justo en el momento en que éste se había decidido por fin a desvelar su futura aventura africana.

La señora se olvida de sostener el albornoz que esconde su desnudez y su “patito” de los momentos íntimos le aconseja despachar sus menudillos y sus ideas.

-       Esta noche no, cariño, esta vez soy yo el que tiene dolor de cabeza, y del bueno.

Winston se duerme pensando en Chris mientras que la señora sueña con los excesos que podrá pagarse cuando el flojucho de su marido esté en Mali. Y en el desayuno, la única comida que reúne a los cuatro miembros de la familia cuando la niñita no está en su estudio, One cuenta su próxima partida. Tres voces se alzan para mostrar su respectiva fascinación. Bárbara, buenísima en geografía, es la primera en hablar:

-       No te dije nada anoche, pero ni hablar de irnos contigo, aunque nos quedáramos en la capital de Mali mientras que tú te diviertes en tu arena. Además, parece ser que Dakar se ha convertido en una ciudad muy peligrosa.

-       No puede ser papá, ¡sólo has aceptado para jodernos! Exclama Harold, el de los granos.

-       Entonces papi querido, seguro que te dan un aumento, ¿qué pasa con el descapotable Oldsmobile?

Desanimado, sin responder y sin acabarse su bol de agua con un ligero sabor a leche donde se baña un muesli aún crujiente, el cabeza de familia (cuando está solo) se levanta exasperado, coge su abrigo y se va al curro, olvidando pasarse por la comisaría de policía. En su maletín ya no está Mickey; sólo hay una treintena de hojas que son mucho más indigestas que un perrito caliente con mostaza, incluyendo cuando es comido muy frío.

Conduciendo el Buick fuera de su barrio residencial de Pierce Junction, One no se tranquiliza:

-       Porque hablo Francés, vaya gilipollez de excusa. Voy a necesitar arreglármelas para que me echen; pero sigo soñando, hipoteca, mujer, hija, hijo, pronto hacienda… mierda, me olvidé del poli.

Conducido por un hombre distraído, el Buick choca de manera triunfal contra un viejo Ford Custom de los años 10 que tranquilamente esperaba que el semáforo se pusiera en verde para tirar hacia la vía de acceso a la carretera 90 en dirección al East Hudson. Un enorme negro, cuyo jersey rojo deja adivinar una impresionante musculatura, y llevando un extravagante gorro de lana tejida y multicolor surge del vehículo convertido en acordeón.

-       ¡Ostia puta! ¡Será gilipollas el tubab[1], si estuviéramos en mi Senegal haría como mis antepasados y te jalaría crudo!

Finalmente, recuperando algo de urbanidad, lo intenta con un inglés americano algo rudimentario. One lo interrumpe:

-       Hablemos en Francés, creo que será lo mejor, sobre todo no se preocupe por el Ford, estoy asegurado a todo riesgo y soy enteramente responsable del accidente. Me llamo Duck como el pato, Winston es mi nombre de pila, y añado que no pienso por ello ser comestible.

-       Mamadú Dialo, soy Senegalés. Tío, me vas a tener que comprar un buga nuevo, el mío está completamente jodido. En cuanto a lo del canibalismo, ha sido el enfado, no sabía que me entendía.

Rellenando el parte de accidente, One, al que le gustan bastante las coincidencias, pregunta al gran negro, ahora sonriente, viéndose ya al volante de un vehículo algo más potable.

-       Perdone señor Mamadú, ¿conoce Mali?

Contento y halagado por el inhabitual señor, éste responde que evidentemente ya que su dulce esposa Aïssatú es de Gao, al borde del gran río Níger. Que se conocieron en Francia justo antes de que a ella la expulsaran en 2020; que está desesperada junto con los dos preciosos hijos que le hizo ya que desde entonces no ha podido salir de Mali. Que es hija de la casta de los Griots, muy venerada en ese país y que…. y que… y que… ¡incansable!

-       Señor Mamadú, ya puede bendecir a aquél en el que crea, gracias a este accidente le prometo que va a poder volver a ver muy pronto a su pequeña familia.

¡Increíble! ¡Gao! Muy cerca de las tierras compradas por la Company, este tipo de mini aventura insólita, esta coincidencia poco común no es fortuita. Sin apresurarse, sin responder a las llamadas de su Kube-com, una vez que el Ford es cargado en la grúa, One da media vuelta acompañado por un pasajero atento. Le cuenta su futura misión y su colaboración conjunta, efectiva a partir de ese mismo momento, con una remuneración inimaginable para un senegalés atónito que no cree en lo que están escuchando sus oídos.

-       Acompáñeme, colega, vamos a vestirle un poco más decentemente antes de ir a ver a su nuevo gran jefe. A partir de ahora curra para la B.U.M. Oil Company como asistente del proyecto Jatrofa. ¿En qué trabajaba?

-       De lavaplatos en un gran restaurante desde hace dos años, me acaban de arreglar los papeles.

-       Me pasaré antes por la comisaría del distrito cuatro para liquidar un asuntillo…

Un asuntillo que esta vez no le costará nada a One, acusado de intento de corrupción de un funcionario por haber rechazado el recibo de cuatro mil euros destinados a las obras sociales de la policía. Winston se crispa preguntándose si es una nueva maniobra del comisario para sonsacarle algo más de pasta. Promete que, a partir de ese momento, una nube de abogados de la todopoderosa B.U.M. se ocupará del asunto; que hombres trajeados, con gestos grandilocuentes, van a darse el gusto de enviar al pobre funcionario a controlar el tráfico de los numerosos coches de un cruce de carreteras del polo Sur. Tras mencionar el nombre de la sacrosanta Company, el posible conflicto se disipa de manera instantánea y se firma un recibo, con una gran sonrisa de regalo.

 

 

Capítulo Dos. El horno. Bamako y BUM City

 

 

¡Ah, no estuvo contento el señor Presidente, llamado Dios Padre, llamado el Dictador, llamado Mister Broncas! Por primera vez desde que asumió el cargo en el 23, justo después de la trágica muerte de su predecesor en un accidente aéreo, son de otro los gritos que se filtran a través de los gruesos muros de su santuario sagrado. El patito hizo muchos feos, incluso golpeó la mesa con el puño... y ganó el pleito. El Señor Dialo acompaña sonriente a un Winston finalmente feliz de poder dejar mujer, hijos, apartamento, rancho, segunda residencia, coches y barco equipado para la pesca deportiva. También sabe que en caso de necesidad, en última instancia, si envía todo a paseo, como tantas veces ha deseado, una cuenta bancaria en Liechtenstein alimentada regularmente, le proporcionaría un sustancial peculio para iniciar una nueva vida.

Ese 26 de febrero en el aeropuerto de Bamako toda la tropa de los Ifora, la familia política de Mamadú, está presente. La felicidad se expresa con gritos y saltos de alegría, una indescriptible exuberancia a la que One no está acostumbrado, ni a tanta espontaneidad junto con quizás una promiscuidad un tanto embarazosa, pero el americano conserva la sonrisa hasta la salida de la inmensa recepción donde el aire acondicionado todavía funciona a ratos. Entonces Winston desfallece, de repente tiene la terrible sensación de entrar en un horno.

-       ¡Es espantoso! ¿hace siempre este calor en su país?

-       No jefe, dentro de unos meses va a ser peor, además allí donde vamos, a 1300 kilómetros al este, el termómetro sube un poco más. Me pregunto cómo piensa hacer crecer árboles en el desierto... ¡están dofs[2] estos tubabs! No se preocupe, el 4x4 que nos espera al menos tiene aire acondicionado.

-       En el pueblo que estamos construyendo, Jatrofa Ville, todas las casas estarán equipadas con aire acondicionado, así como electricidad mediante paneles solares, una energía abundante aquí, gratuita y eterna, pero ¿cómo me las voy a arreglar aquí?

-       Se acostumbrará, jefe.

Winston Duck, a partir de este momento único responsable del proyecto JATROFA sobre el terreno semidesértico, descubre con consternación otro mundo. Nada que se pueda adivinar simplemente mirando la tele, esta vez va en serio. Se hunde hasta el cuello en el África negra, no siendo ya un simple espectador frente a una pantalla plana, cebado de imágenes, al que se le priva de sus otros sentidos y que se vuelve casi indiferente a todo lo que han hecho tragar. Los olores son fuertes y las moscas, violentamente presentes a pesar de las innumerables campañas de erradicación, vuelven tarumba a los recién llegados. Sin embargo, Winston se echa a reír pensando en su quisquillosa Jennifer y en la maniática de Bárbara, imaginándoselas a las dos en la misma situación.

-       ¿Está bien Jefe? parece contento; ¿no ha sido demasiado el cambio de aires?

El senegalés burlón es además astuto, sabe que su jovialidad ayudará al pobre blanco destrozado por el horno. En África, con un poco de buen humor, muchas cosas insoportables se arreglan de manera inmediata.

Finalmente la tropa se embarca en un autobús fletado especialmente para la ocasión; en cuanto a One y Mamadú, cogen sitio en uno de esos potentes 4X4 chinos que poco a poco suplantan al tradicional Toyota. Una vez más One sonríe pensando en la cara del señor Director de Cuentas, Steve Barry-Noa, cuando espulgue las notas de gastos. El conductor es un viejo sin dientes ni carnes.

-       Oiga Mamadú, ¡me parece a mí que podría haber dado instrucciones para no tener a un anciano llevándonos!

-       No se preocupe, jefe, para empezar es más joven que usted y, en segundo lugar, es el hermano de mi suegro, es de confianza y no le va a costar muy caro a la compañía.

One se da cuenta de que, antes incluso de salir de Houston, la parentela de su simpático adjunto fue contratada al completo. Afortunadamente podría apostar a que Jack Haresson nunca conocería la filiación de los colaboradores malíes de la muy respetable B.U.M.

La autopista de Bamako Gao, cuya inauguración fue prevista para el año 2019, sólo lleva siete años de retraso sobre lo planificado, pero... ¡atención, casi la mitad de las obras ya están realizadas! La compañía francesa propietaria de la explotación renunció hace tiempo a una normal y lógica tasa de paso cansada de reemplazar las alambradas situadas unos cientos de metros antes y después de las cabinas de peaje. Las protecciones fueron arrancadas sistemáticamente en primer lugar por los camioneros y después por los autobuses y los taxis colectivos y, finalmente, por todos los que una vez vivieron de la antigua carretera y que ahora quedaban excluidos de la explotación del nuevo eje, del mínimo beneficio que se pudiera obtener.

Los franceses han tratado de mantener los puntos estratégicos con ayuda del ejército pero, ¡ha sido éste el que de manera inmediata ha establecido sus propios precios! Y todo el mundo ha boicoteado la autopista. Evidentemente, ésta es hoy gratuita y, en cuanto a su mantenimiento, sigue esperando desesperadamente las subvenciones prometidas por el Estado. ¡Es mejor pues tener unos ejes sólidos!

-       Sabe, jefe, en Europa están todos dofs, pagan por desplazarse y después pagan por aparcar. ¡Aquí todavía no ha nacido el que quiera imponer una gilipollez como ésa!

-       Mamadú, a partir de ahora vamos a tutearnos, me habías hablado de un gran río, pero ¡al atravesar la ciudad de Ségou no hemos visto mucha agua!

-       De acuerdo, tuteémonos si quiere jefe, el río ha perdido la mitad de su caudal en veinte años, la mayoría en los últimos tres o cuatro años.

-       ¿Crees que queda suficiente para la realización de nuestro proyecto?

-       Sabe jefe, no soy un experto, pero creo que sí, por supuesto; en cambio, para los que viven aguas abajo, no va a ser divertido.

Ay, ay, ay, es previsible que las jatrofas de la bulímica B.U.M. no hagan felices a todos en el lado de Niamey en Níger y de Abuja en Nigeria. ¿Y quién es el que estará en primera línea para cagárselas?... Este eventual problema fue planteado por Winston en una de las tormentosas reuniones preparatorias antes de ser desechado de un manotazo del Señor Dios Padre, llamado más que nunca El Broncas, al que le importaban una mierda las consecuencias de un "minúsculo" desvío de las aguas del río Níger.

-       ¡Qué maravillosa coincidencia el despachurramiento de tu coche, Mamadú! ¡Es el buen Dios el que lo ha causado! Tu mujer de Gao, sigo aún sin creérmelo. Además, forma parte de los notables de la región, gracias a sus conocidos nuestro negocio tomará forma con facilidad pasmosa, en cuanto a ti, estoy convencido de que realmente estarás a la altura de mis expectativas, de verdad que no me arrepiento de haberte contratado.

-       Pare Jefe o aprovecharé para pedirle un aumento.

-       Dios Padre no estaría de acuerdo, ya puso el grito en el cielo por lo que ganas y rechazó a tu esposa como asistente. De hecho, Mamadú, ¿te puedo hacer una pregunta muy personal, que no tiene nada que ver con el trabajo? Quizás mi curiosidad te pueda parecer un poco malsana, no sé, pero hay una cosa que me da vueltas en la cabeza desde nuestra llegada al aeropuerto. Una pregunta que me hago cada vez que veo a una mujer, sobre todo si es joven y guapa.

-       ¿Le gustan, patrón? Tenga cuidado, el SIDA está por desgracia todavía muy presente en África y Malí no es de los menos afectados, si va a verlas no olvide su gorrito.

-       No, es otra cosa, cómo decirlo... casi me avergüenza comentarlo. ¿Las niñas siguen siendo circuncidadas?

-       Patrón, definitivamente están locos, completamente dofs, los tubabs. Hace mucho tiempo que esta práctica bárbara ya no se realiza; la ley la prohibió en 2010, creo, pero continuaba realizándose. Hizo falta que algunas mujeres venidas de Francia revolucionaran las costumbres y que prometieran a todos los hombres jefes de clan o de pueblo que permitiesen la escisión, que serían a su vez castrados.

Algunos idiotas no quisieron creer a estas "hembras desviacionistas", pero de hecho perdieron sus pendientes reales. Los juicios y las penas de prisión para los culpables, impiden que nadie se arriesgue ya a estas atroces ablaciones desde finales de los años 2010. Estos cabrones de religiosos tienen demasiado miedo y, si quiere la opinión de Mamadú Dialo sobre el tema, dice que si nuestro creador les dio un pajarito a las chicas es por algo. Es para que ellas también estén contentas, muy contentas. Así que hay que respetar la obra de Dios... ¡contribuyendo igualmente, como hombres, a procurarles placer! ¡Mamadú ha dicho!

Y la bella risa del inmenso energúmeno estalla sin restricciones.

-       A propósito jefe, ¿sabe por qué el canibalismo también desapareció de nuestra tierra?

-       No, cuéntame.

-       Porque nos jalamos al último caníbal la semana pasada. ¡Ji, ji, ji!

 

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Hace ya más de un mes que Duck Winston y su ayudante están en Mali. En Gao, toda la familia de Aïssatú está en un pedestal que muchos empiezan a envidiar a pesar de la generosidad que ésta no cesa de mostrar. Desde hace cuatro meses, técnicos y soldadores altamente cualificados, los mismos que en todo el mundo instalan las kilométricas líneas de conductos que transportan el petróleo y el gas, han creado una red de tuberías y bombas.

En el pueblecito de Damné, en el margen izquierdo del Níger, una primera canalización de cincuenta pulgadas de diámetro fluye a dos metros bajo tierra hacia BUM City, apodo dado de manera inmediata a Jatrofa City, a treinta kilómetros en pleno Este, donde ha sido excavada una balsa de contención. A partir de ese punto, se extiende una red secundaria por los mil kilómetros cuadrados de la plantación, con dos mil tomas de agua. Cuando One llegó al lugar, se estaban efectuando las últimas conexiones ¡y el Señor Director de Proyecto no estaba al corriente de toda la operación!

-       ¡Hay que ver, vaya panda de cabrones! Me han tomado bien el pelo, pero me importa un carajo; el calor, las moscas y esta mierda de desierto, voy a hacer el trabajo. Esta gente tan sonriente de mi alrededor es mucho más agradable que los arrogantes jaladores de filetes y masticadores de chicle del país, todos propietarios de grandes pistolones, como si un arma hubiera resuelto alguna vez un problema. Además, a menudo son tan afables como las puertas de una cárcel. Y luego están los cretinos éstos de los especialistas que quieren hacer llegar dos millones de plantones por carretera, preveo una catástrofe.

One aconsejó a Houston que se habilitase una pista de aterrizaje que pudiera acoger aviones de carga o, mejor incluso, que se ampliase la actual del pequeño aeropuerto de Gao. Pero los señores tecnócratas dijeron NO.

El 15 de mayo de 2027 aterrizó en Bamako el primer A 580 versión flete, con treinta seis mil bebés jatrofa de tan sólo cuarenta centímetros cada uno, en sus bodegas. Colocados en forma de setenta y dos unidades por palet de un metro cúbico. Cuatro flamantes semirremolques, pintados con los colores de la Compañía, se harán cargo de la preciada mercancía para transportarla hacia el alejado Este. Antes del primer viaje, uno de los conductores, malicioso malinés, ya ha aprovechado su hermoso cajón para un pequeño transporte personal. One refunfuña, pero el hombre es el sobrino del primo de un amigo de un vecino de un Marabito por entonces ya muy conocido en Gao, el americano, que por obligación debe africanizarse rápidamente, se da por vencido. ¡Allá donde fueres haz lo que vieres!

Tras un día y medio de polvo, los arbolitos, acabados de descargar, son plantados pacientemente por un centenar de obreras fácilmente reclutadas en la zona y, como aún lo permite la ley, peor remuneradas de lo que lo serían los hombres.

Todo va según lo previsto hasta el 20 de junio cuando aterriza el cuarto avión de carga procedente de Hyères, en el sur de Francia. Mamadú espera desesperadamente los camiones que están ilocalizables. De manera improvisada almacena las jatrofas en un vasto hangar, pero al día siguiente sólo se presentan dos semirremolques para la carga.

El responsable de la flota, uno de los pocos que no es ni familiar ni conocido de los Ifora, la ha digamos alquilado para transportar animales en trashumancia pastoril. Todo por un precio irrisorio entre dos pequeñas ciudades de la región del antiguo lago Faquibiné, ahora casi seco. Será necesario fletar otros dos camiones, en cuanto a los que han desaparecido... no los encontrarán nunca, sus chóferes denunciaron el robo en la pequeña ciudad de Douentza. Afirmaban haber sido drogados y al despertar....nada. El cercano Burkina Faso no deja lugar a dudas sobre el destino final de los dos semirremolques.

A pesar de la intervención personal del asistente del subsecretario de uno de los consejeros del mismísimo Primer Ministro, Winston Duck, furioso, despide al responsable ligeramente indelicado.

Justo según lo planificado, el 20 de octubre y con un millón cincuenta mil árboles, la primera fase del proyecto se ha llevado a cabo, después de todo sin demasiados tropiezos. One se siente orgulloso de él mismo, está contento con su trabajo, contento también porque el transporte por carretera no ha producido los daños que se temía, no se ha perdido ningún plantón. Entonces sucede el primer “pequeño” problema.

En otro tiempo, cerca del punto de bombeo de Damné, partía un importante brazo secundario del Níger. Corría hacia el sur hasta unirse al río en la misma ciudad de Gao. Antes de la implementación del plan Jatrofa este brazo no era más que una fina corriente con apenas caudal para alimentar a las seis pequeñas localidades de Gaïna, Kokorom, Issa, Outi Séyina y Bera. Una rudimentaria pero eficaz red de irrigación que aseguraba la supervivencia de la población hasta los otros dos pueblos, Kamagoundiamé y Guintou, que veían cómo se secaba su preciado líquido.

El bombeo de la BUM que se realiza sólo durante el día, gracias a numerosos y potentes paneles solares de última tecnología, permitía que la naturaleza recuperase sus derechos por la noche, hasta que..... Vaya usted a saber por qué, el margen izquierdo del Níger entre Damné y Gao se muere, el brazo del río está seco.

En Houston, el señor Presidente, que sigue toda la operación en directo gracias al Kube com de Winston, comunica que le importa un carajo, que las mujeres que ahora trabajan para la compañía pueden comprar las verduras con sus salarios y que esto compensa lo demás. Que está pagando una fortuna a toda la familia de un poderoso negro del lugar, concretamente a la familia política del Señor Mamadú Dialo en persona, y que le parece intolerable que ésta no pueda resolver un problema de tan poca importancia.

Los hombres que permanecen en los campos comienzan una batalla perdida antes de su inicio, haciendo a veces más de veinte kilómetros en busca de la indispensable agua: todo se seca antes de la cosecha, muy rápidamente. Entonces llega la revolución, la totalidad de los hombres de ocho pueblos se dirige a Jatrofa City. Winston Duck, que en principio no posee ninguna pistola, recurre a las tropas, siguiendo las órdenes recibidas de Houston. Los militares malíes se interpondrán entre unos pocos centenares de infelices sedientos y la todopoderosa B.U.M. No será esta última, por supuesto, la que reciba los golpes con las porras y las culatas de los fusiles. Los soldados policía aquí, como en cualquier otra parte del mundo, muestran una gran madurez intelectual obedeciendo órdenes sin sentido.

El bombeo no continúa por mucho tiempo, se detiene tras el primer sabotaje, la noche que siguió a los enfrentamientos, cuando todos los paneles solares que suministraban la energía fueron pulverizados por hombres desesperados. En los campos de los alrededores los cultivos están totalmente perdidos, se habla abiertamente de hacerse con armas...

Winston Duck, valiente, sin escolta, acompañado solamente por Mamadú y su esposa, irá de pueblo en pueblo prometiendo que la B.U.M. Oil Company drenará inmediatamente el brazo del Níger y construirá un nuevo canal para garantizar el suministro más arriba y que, por supuesto, pagará indemnizaciones por los daños sufridos.

Casi hay que pelearse con Houston, dispuesto a iniciar una verdadera guerra sobre el terreno; sólo la perspectiva de perder un millón de árboles ya plantados hace que Dios Padre, el gran director de B.UM., se decidida a dar finalmente la orden a Stevens Barry Noa de liberar los fondos especiales. Los accionistas sin duda gruñeron, pero poco a poco todo volvió a la normalidad. Más aún cuando el Señor Relaciones Públicas, Gordon Lyndhurst, tiene una idea genial que permitirá transformar las pérdidas en importantes beneficios. En todo el mundo pronto se difunde un cortometraje sobre la ejecución de las obras, mostrando así la gran generosidad de la prestigiosa, de la grandiosa Company. ¡Mirad humanos, cómo permite a una población desfavorecida de una zona de Malí el acceso al agua! ¡Que suenen clarines y trompetas, mirad cuán buenos somos!

 

 

El preciado líquido regresa. One también, de Miami donde ha pasado quince días espantosos. Huyendo como del infierno y dejando a su abogado las órdenes para iniciar los trámites de divorcio. La familia, que no se lo veía venir, estalló en gritos contra el innoble cabrón, contra esa completa injusticia precisando que iban a desplumar hasta los huesos al malísimo papá pato, que lo iban a exprimir como un vulgar limón.

Pero a Winston se la trae al pairo, cada día que pasa siente que se está convirtiendo cada vez un chouïa[3]  más africano, a sus cuarenta tres años, ésta es otra vida, de la que puede oler su aroma y que no tiene miedo de afrontar, se siente tremendamente contento de escapar de su pequeña e insoportable familia-modelo americana. Y un millón de árboles extra de carburante están por llegar. Pero esta balsa de aceite poco a poco se alterará... ¡como una mayonesa que se vuelve indigesta!

-       Oye Mamadú, hace tiempo que me estás dando la lata con tu dichoso Senegal, ¿por qué no hacemos una escapadita? Podrías hacerme de guía.

-       ¡Nada me haría más feliz jefe!

Finales de 2027, tal y como estaba previsto, se han plantado dos millones y medio de jatrofas. Curiosamente las primeras no parecen haber crecido según las previsiones de los especialistas hindúes. Desde el inicio de la operación éstos ya habían argumentado que, aunque el suelo contenía buenas cualidades nutricionales para el árbol, el aire les parecía realmente demasiado seco. Además, en los ocho años transcurridos desde los primeros análisis geológicos, hasta la puesta en marcha del proyecto de la B.U.M., las condiciones climáticas habían, digamos, empeorado y ahora se necesitaba más agua de la prevista inicialmente.

Los futuros árboles de carburante no presentan un color adecuado en sus hojas, pero aún así todo continúa su curso. En diciembre el señor Duck y el señor Dialo se conceden una semana de vacaciones en Senegal. Y mier...coles para Houston que no quería que los dos hombres se marchasen juntos.

 

Capítulo Tres. El pato africano.

 

Ella es alta, delgada, con un cuerpo espléndido y ojos de gacela. Se llama Fay y es una Serere de veintidós años. Nunca ha estado casada, es un católica procedente de una tribu rara que se resiste, aunque débilmente, al Islam. De niña, en su pueblo natal de Joal, una vieja a la que llamaban bruja le dijo que un día se casaría con un blanco y más recientemente un Morabito de Dakar le ha reiterado la predicción.

Así pues Fay espera desde muy pequeña, pero en un primer momento no vio en Winston Duck a su tan esperado príncipe azul. Sin duda era alto, bien plantado y no aparentaba su edad, pero en su imaginación, no era del todo lo que ella esperaba. El americano, por su parte, tuvo serias dificultades para ocultar sus emociones. Iba a necesitar a alguien para ocuparse de su pequeño apartamento de Gao, puesto a su disposición por la Compañía, ya que la anciana que se ocupaba de las tareas del hogar hasta aquel momento volvía a casa uno de sus hijos en Bamako.

Fay acepta de buen grado emigrar, feliz de no arriesgar su vida como lamentablemente lo hacen los infelices que siguen apiñándose en barcazas en dirección a las Islas Canarias. Todos los países europeos se han unido para erradicar la lacra de la inmigración ilegal, pero sin ningún éxito, es imposible exigir a los hombres no huir de la miseria; sobre todo cuando todos los medios de comunicación se vanaglorian de las ventajas de la sociedad de consumo, accesibles allí, más allá de un poco de océano.

La crisis económica mundial que comenzó en 2007 2008 y que degeneró en la "Guerra Corta" de 2019 y sus mil doscientos millones de muertos, una vez más no ha enseñado nada a los secos cerebros de los políticos de todas las tendencias y todos los países. Retomaron las mismas estupideces del pasado. Basaron de nuevo la sociedad en la pasta, las pelas y el Santo Beneficio, siempre con el apoyo de una Iglesia que hasta la eternidad valdrá menos que el dinero que tiene. Volvieron a empezar con la aberración de los valores bursátiles que alcanzan principalmente la codicia despreciando los dos únicos valores racionales: el trabajo y el reparto fraternal. Dado que los países ricos siempre han tenido miedo de perder su superioridad, continúan la explotación de los recursos ajenos dejando a estos últimos al margen de cualquier beneficio. El colonialismo, el neocolonialismo y, vuelta a empezar, full, póker y escalera real. A menudo peor que antes del conflicto, los habitantes de los países así expoliados arriesgan su pobre pellejo para poder simplemente currar, pero a quién le importa, a menudo éste es tostado, amarillo o, incluso peor, negro.

En fin, que pocos senegaleses tienen la suerte de poder enseñar a sus familiares y amigos una nómina con la cabecera de la prestigiosa BUM, y además... ¡no está tan mal el jefe tubab!

 

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Septiembre de 2028, las jatrofas tienen muy mala pinta. Según las previsiones su crecimiento es inferior a las curvas calculadas. Dos nuevos especialistas hindúes han sido llamados al rescate, en poco tiempo concluyen que el aire es verdaderamente demasiado seco y que se necesitará más agua, si es posible de forma pulverizada. Hablan de los ensayos en la Patagonia con excelentes cosechas, de Brasil donde los resultados han sido más que alentadores y finalmente de Mongolia, considerada como la tierra milagro por la Company. One Duck, que ha sido mantenido en la ignorancia, está furioso. Lo peor viene cuando uno de los especialistas de jatrofa comete un enorme lapsus.

-       Sabe, señor Duck, esta nueva variedad destinada al consumo humano ha sido modificada genéticamente hasta tal punto que es posible que el crecimiento del árbol sea diferente al esperado.

-       ¿A la alimentación humana? Pero, ¿qué me está contando?

Contacta rápidamente con el Señor Presidente Director General en Houston y la conversación es más crispada que nunca.

-       ¡Se ha reído de mí en mi cara, mi abogado le va a hacer una puesta a punto bastante dolorosa!

-       Cálmese One, las negociaciones llevadas a cabo con el gobierno de Malí fueron muy claras, sólo podríamos plantar árboles de carburante después de hacerlo con una variedad destinada al consumo humano o, a falta de buenos resultados, a la alimentación del ganado.

-       Pero entonces, ¿por qué no me puso al corriente? No lo entiendo.

-       Fue una exigencia de estos dirigentes incoherentes. Argumentaban que, dada la escasez de los actuales recursos alimentarios, la gente probablemente no habría esperado y hubiese invadido la plantación para acceder a los árboles milagrosos y robarlos. Duck, se lo ruego, continúe con su trabajo, se trata de alimentar millones de vientres hambrientos en todo el mundo.

-       Le importa una mierda el hambre, le importan una mierda los hombres, lo único que le interesa son sus jodidos accionistas y su innoble sed de dividendos siempre insuficientes.

Winston corta la comunicación preguntándose si a partir de ese momento debería ponerse en contacto con su abogado. Tiene suficientes elementos que prueban que la BUM lo utiliza de forma poco convencional, en total desacuerdo con las condiciones de su contrato de trabajo.

Una ligera vibración del Kube-com anuncia una nueva llamada. Por un momento siente el impulso irresistible de enviar el pequeño trasto bien lejos en la arena mientras una voz impersonal precisa el nombre del locutor: Chris Houston.

-       Winston, ¡no sabe cuánto le echo de menos! De hecho creo que toda la Compañía estaba al corriente de nuestra relación. El abogado que defiende a su esposa en el divorcio se ha puesto en contacto conmigo, tiene muchos testimonios en su contra, es horrible Winston. Incluso está en posesión de unas fotos que no sé cómo ha conseguido.

¡Ay, no sabe cuánto lo siento! no podría mentir delante de un juez. Es necesario que hablemos más sobre esta historia y de manera más íntima; temo que nuestra conversación sea escuchada incluso con su Kube-com. Coja el móvil de uno de sus amigos y contacte conmigo en el de Mimi esta noche sobre las diez.

-       ¿En el móvil de Mimi?

-       Sí, lo ha entendido bien. Un fuerte abrazo, otra cosa, también debo ser franca con usted, desde hace unos meses me veo con otro hombre. Es de origen chino, creo que me ronda por la cabeza la idea de volverme a casar.

-       Felicidades, sé que hará muy feliz a ese tipo, pero ¿quién es M...

La pantalla virtual desaparece dejando a un One más que perplejo.

-       Pero si no conozco a ninguna Mimi, ¿a qué vienen tantos misterios y precauciones?... ¡Ah claro, ya lo tengo!, su amigo Mick.... Su vecino, el gay, el de la magnífica residencia de Seabrook, en la orilla de la Bahía de Galveston, el que se enrollo con Gordon Lyndhurst durante algún tiempo.

Veamos, ahora son las cinco de la tarde en Houston, parece que Chris no se da cuenta de que tendré que levantarme a las cuatro de la mañana; como medida de precaución le pediré a Aïssadú que me preste su móvil.

One está nervioso durante toda la noche, Fay, que lo trata a cuerpo de rey, se abstiene de preguntarle nada, pero sus ojos la traicionan, ella también está preocupada por su tubab. Luego, cuando el amanecer apenas es evidente, se levantará y aguzará los oídos para escuchar una conversación de la que sólo captará el tono.

-       ¡Me hace levantar bien temprano, Chris!

-       Lo siento, pero trate de no interrumpirme. Escuche Winston, he descubierto por casualidad cosas muy graves sobre la Company y las jatrofas.

-       ¿Qué me está contando?

-       En otros países las plantaciones ya están a pleno rendimiento en inmensos terrenos destinados normalmente a la agroalimentación. Sólo se ha plantando realmente una pequeña parte de los árboles previstos, prácticamente todo está destinado a carburante. En Zimbabue es peor, se atribuyeron intoxicaciones colectivas a una especie experimental, en todas partes las tropas impiden cualquier contacto con las zonas en cuestión. A pesar de que nada está directamente a nombre de la BUM, todas las empresas involucradas están bajo la dirección del jefe, son probablemente las ramas ocultas de nuestra mierda de curro.

-       ¿Cómo sabe usted todo esto?

-       He tenido acceso a archivos informáticos manipulados con mucha torpeza, hubo varios incidentes en los ordenadores de la torre la semana pasada. Tengo miedo desde entonces, incluso temo por mi vida. Para protegerme, si se diera el caso, le he ido con el cuento a un periodista de investigación, John Cresty. Mi hermana, que trabaja en el New York Herald Tribune, me ayudó para eso.

-       Sabia elección. Pero, ¿qué pinto yo en este tejemaneje?

-       Por desgracia aún no lo sabemos. Sepa que todo esto parece ser algo muy grande y debe usted tener cuidado.

En China, en las afueras del nuevo Pekín, un tal señor O decide que a partir de ahora se le deberá llamar O Khan (grande en idioma mandarín). Ha regresado de la muy cercana Mongolia y ha negociado una transacción que va a multiplicar su fortuna por ¡un número de tres dígitos! También, gracias a una pieza clave infiltrada desde hace varios años, acaba de introducir un peón fácilmente manejable en el seno de la todopoderosa BUM.

El señor O Khan está a punto de hacer realidad su sueño. Quizás se haya cumplido en ese hermoso día. Se ha convertido en el hombre más rico del planeta...

 

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-       ¡Vaya cara trae patrón!

-       Fay, sea buena, no se preocupe demasiado por mí.

-       Me pagas por eso, ¿no?

Decididamente estos africanos hacen justo lo contrario de lo que se les pide, Mamadú se niega a tutearme y ella no consigue hablarme de usted, bah, no tiene la más mínima importancia.

-       ¿Quiere hacer café, por favor? y tómese uno conmigo.

Fay se aleja hacia la cocina y One no puede despegar los ojos de esas estupendas caderas cuyo balanceo ondulante le fascina. Sus pensamientos se alejan por un momento de la BUM, del jefe, de los árboles de aceite y de la tierra entera para convertirse en un pillo, desde hace demasiado tiempo se abstiene de tener ningún tipo de relación entre las posibles locales. Se ha dado cuenta de que en cada una de sus apariciones en público con Fay las sonrisas indiscretas se han vuelto cada vez más amplias.

Como el blanco no entiende nada de las conversaciones en torno a él, no sabe si la joven senegalesa lo rehúye o se le insinúa. Ella siempre se parte de risa y entonces Winston Duck se siente revivir. Esta alegría tan fresca, sin malicia, nunca forzada, le era totalmente desconocida antes de su llegada a suelo africano, hace ahora más de un año y medio. En este mismo período, nunca se ha atrevido a llamar a una prostituta, a pesar de que siempre lleva encima algunos números de contacto. En cuanto al burdel de alto copete de Bamako, para él siempre ha sido inconsevible el poner los pies allí, ni… las otras cosas.

One se aproxima suavemente a la joven y se pega a su espalda. Como tocada por una corriente eléctrica, Fay se da la vuelta. En sus ojos se ve algo nuevo que ella estaba deseando y que él también esperaba. El café va a hervir, a evaporarse. Besándose apasionadamente la pareja se dirige hacia la habitación grande donde, sin perder más tiempo, se dispersan sus escasas prendas.

La pasión que se desencadena sólo es interrumpida por el olor a quemado y las chispas de la cafetera en pleno proceso de reciclaje por refundición. Una vez extinguido el conato de incendio, los dos amantes se activan inmediatamente para reavivar otro. Ella nunca ha conocido hombre antes y a él le parece que es la primera mujer de su vida. No se toma precaución alguna y, en un breve instante se produce el milagro de la naturaleza como infinidad de veces desde la noche de los tiempos, pero esto sólo lo sabrán dentro de un mes. One duerme profundamente en el momento en que debería levantarse para hacer su habitual ronda de inspección "jatrofiaria".

Son las diez de la mañana cuando un preocupado Mamadú despierta a los dos nuevos amantes. Es inútil tratar de engañarlo; los efluvios de los envites amorosos no dejan lugar a dudas, como tampoco lo hacen los inequívocos rostros.

-       Ya ve jefe que nuestros Morabitos siempre tienen razón. Pueden estar los dos tranquilos, por mi parte nadie sabrá nada. Y de todas formas, los dos son libres. En cualquier caso, jefe, no podría haber elegido mejor, ¡yo mismo la habría tomado como segunda esposa si me hubiera dicho que sí!

-       Libres, yo aún no amigo mío, pero en lo sucesivo quiero acelerar mi divorcio, cuando pienso que a finales del siglo XX esta formalidad se podía hacer en unos pocos meses... Malditos políticos presionados por las sotanas con sus nuevas leyes de mierda de protección de la familia... ¡Y decídete de una vez por todas a tutearme, carajo!

-       ¡Como usted quiera, jefe! Tengo que decirle entonces algo increíble. En la región de Tombuctú, hay una zona de varios miles de kilómetros cuadrados, posiblemente unas veinte o treinta veces más grande que la nuestra, ésta es vigilada por las tropas y se está instalando una red de tuberías similar a la nuestra, todo esto a velocidad supersónica. La compañía que dirige esta operación se llama ECF. Tiene jefes americanos y dicen que también hay chinos. En un territorio tan enorme, si bombeasen la misma proporción de agua que nosotros, dejarían el Níger sin una sola gota río abajo.

 

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Nadie jamás cogió en un renuncio al periodista de investigación John Cresty. Sus artículos, publicados en la prensa del mundo entero pero principalmente en Gran Bretaña, han hecho a veces dimitir a importantes políticos. Algunos incluso se han hallado entre rejas por largos años.

No es posible manipular a este hombre excepcional que posee un don único en el mundo y desconocido por todos: el de la ubicuidad. Su personalidad es virtual y doble al mismo tiempo. Hubert John y Maximilien Cresty se asociaron hace ya doce años y conforman una pareja sólida además de un temible equipo profesional.

Max, tal y como le llama Hub, permanece interrumpidamente en su gran apartamento londinense de Richmond, no lejos del Royal Botanic Garden. Se mueve como pez en el agua en un amplio sótano atestado de impresionantes ordenadores. Los hombres de Scotland Yard se morirían de la envidia. El edificio entero de arquitectura ultramoderna y vanguardista está constituido únicamente por dos dúplex que pertenecen respectivamente a los dos asociados y amantes.

Hub, tal como lo llama Max, es prácticamente siempre el hombre sobre el terreno. Le gusta compararse con un arqueólogo bastante conocido de patronímico muy similar al suyo y cuyo nombre de pila es Indiana. Evidentemente Hub no está celoso de los éxitos femeninos del eminente Doctor Johns. Sus estudios lo llevaron hacia una rama muy diferente del periodismo pero le proporcionaron una excelente tapadera para colarse en cualquier rincón de nuestro planeta.

Hubert John es geólogo-mineralogista. Desembarca en Harare, capital de Zimbabue, como encargado de misión para dos importantes evaluaciones. ¿Podrían volverse a explotar unas viejas minas de oro con una tasa razonable de rentabilidad? También debe estimar el contenido en litio del subsuelo de una zona colindante. Algunos expertos ya se han pronunciado sobre estas cuestiones pero los precios de los metales continúan por las nubes. En cambio, ninguno de ellos se ha interesado por unos árboles con el raro nombre de jatrofas que han sido plantados por millones desde el 2015, cerca de las antiguas minas.

Toda la zona permanece bajo estricto control policial y militar, pero el Señor Especialista goza de todas las autorizaciones y pases necesarios. Una pequeña avioneta es puesta a su disposición y un piloto, que es teniente, lo lleva a Saint Pauls Mission donde un chófer, un simple sargento, le espera con un potente 4X4 chino.

El hombre que puede despertar el oro debe ser tratado como un rey.

Rápidamente el Señor geólogo se pone manos a la obra y sobrevuela la región, haciendo innumerables fotos y grabando algunas películas. Luego continúa en los caminos y las pistas, provisto de una gran cantidad de cajas destinadas a muestras. En cada trayecto, los dos hombres pasan por las plantaciones de jatrofas y se cruzan con los obreros y obreras recolectores. Todos ellos y todas ellas parecen mal alimentados, ciertamente maltratados y visten con harapos.

El sargento Eliot Wégabé da explicaciones al blanco que le ha interrogado inocentemente.

-       Sabe, señor, aquí se utilizan los presos comunes como mano de obra. Es mucho más rentable para nuestra sociedad que alimentarlos inútilmente en las cárceles.

-       ¿Qué sociedad?

-       El estado, señor: nuestro país.

-       Pero entonces, ¿las plantaciones pertenecen a Zimbabue?

-       No, no creo, de hecho no lo sé. Se dice que una enorme empresa americana ha alquilado esto durante un tiempo de explotación, pero yo sólo soy un sargento, señor.

-       Debo recoger algunos frutos en varias parcelas de cultivo.

-       ¡Cuidado! está absolutamente prohibido cogerlos, aunque sea del suelo.

-       Sargento, me hacen falta estos frutos, los laboratorios deben medir los isótopos de litio que contienen para conocer la riqueza del suelo. ¿Lo entiende?

Esta jerigonza es incomprensible para el pobre militar que sólo puede rendirse respondiendo prudentemente:

-       Por supuesto, señor, por supuesto.

-       De hecho, aparte del aceite que se extrae de las jatrofas, ¿los frutos son comestibles? ¿Los ha probado usted?

El sargento, visiblemente inquieto por el giro de la conversación, finge evitar una piedra inexistente en la pista.

-       No lo sé, señor, nunca he probado este fruto y no me imaginaba que fuera comestible.

Su tono suena a falso; Eliot no se siente cómodo y rápidamente Hubert, como excusándose, pasa a otra cosa.

-       No pasa nada sargento, es simple curiosidad. Después de todo, estos árboles no son mi problema. Sólo los análisis me resultarán más que suficientes. Mañana iremos a la antigua mina a cielo abierto. Debo recoger unas muestras importantes. La semana que viene me hará falta una excavadora para dragar en el limo del río.

-       Señor, más o menos hasta 2020 hubo una multitud de bateadores de oro clandestinos. Contaminaron tanto los ríos con mercurio que el estado acabó alarmándose. Nuestras tropas intervinieron por la fuerza y ninguno se atrevió a volver nunca más. El problema era tan importante que teníamos órdenes de disparar. La mayoría de los buscadores venían de países de los alrededores, principalmente de Tanzania pero también de la cercana Zambia. Los hombres eran unos infelices casi esclavizados, sólo los traficantes acababan enriqueciéndose.

Señor, disculpe la osadía, pero no haga demasiadas preguntas sobre las jatrofas, la gente no las conoce y sus habladurías sólo le llevarían a hacerse ideas equivocadas.

¡Vaya, vaya! no es tan tonto el simple sargento Wégabé. La respuesta intenta ser tranquilizadora.

-       Yo estoy aquí por el oro y por el litio, estos árboles me importan un pimiento.

-       Más vale así, señor, más vale así.

El geólogo John está perplejo por las últimas palabras de su chófer; ¿aviso, advertencia, amenaza? Su tono es serio pero, en cualquier caso, hay algo oculto.

En ese mismo momento, a solamente algunos centenares de kilómetros al oeste, un turista diferente a los demás va a conocer el excepcional paraje de las cataratas Victoria sobre el río Zambeze. Por desgracia el caudal ha disminuido tanto que éstas no son comparables a las de principios del siglo. A pesar de todo, sigue siendo un espectáculo impresionante que atrae a curiosos afortunados.

Henri Perrin, ex legionario francés, ex mercenario internacional, precisamente ha hecho hoy de la curiosidad su oficio. Lleno de aventuras y ocasionalmente rentable, el curro de detective privado es también a menudo peligroso. Hoy se llama Henri Marchaud y su misión en Zambia es la de encontrar a antiguos bateadores de oro clandestinos que hacían estragos en los ríos del muy cercano Zimbabue y hablarles de cierto fruto; su cliente: un gabinete de abogados de Londres. En fin, aunque sospecha que el famoso periodista de investigación John Cresty es quien lleva la batuta y dirige el baile, Henri espera que esta vez el vals africano no le suponga una bala en el muslo. Una hermosa cicatriz a veces dolorosa, una más, le recuerda su epopeya guineana de hace dos años.

Más recientemente, el detective acaba de conseguir la hazaña de llevar a un brasileño enfermo tras haber comido un curioso fruto que también da un aceite de calidad excelente, utilizado como carburante. El hombre de treinta y cinco años, rescatado de un pequeño pueblo del Mato Grosso, no lejos de una plantación experimental de la compañía EFC (Ecologic Fuel for Car), está actualmente en observación en una discreta clínica privada del sur londinense. Sin identidad conocida real, ha sido rebautizado como Señor Nadie. Los rumores hablan de varios miles de personas intoxicadas, un buen número de las cuales habría muerto sin recibir cuidado médico alguno.

En Gao, en esta primera semana de octubre de 2028, Winston Duck está contento, acaba de ser declarado oficialmente divorciado. Debido a su no comparecencia en el juicio rápido, la abogada que le representó no pudo conseguir gran cosa del juez. Tal y como había predicho Bárbara, el palmípedo feo ha sido desplumado… hasta el pellejo. Aún así, las negociaciones permitieron evitar el pago de una colosal renta anual a cambio de todos los bienes para la ex esposa. Como contrapartida, ésta sólo deberá abonar doscientos mil Euros a One, una suma que rápidamente se alcanzará por la venta del barco de Miami.

El pato africano es libre, Fay sueña con el matrimonio, su príncipe azul no es tan guapo como preveía, ni tan joven, pero sí un amante notable. Claro que la guapa senegalesa no tiene punto de comparación previa; su placer tantas veces repetido no tiene nada que ver con las historias que le contaban sus amigas durante los cotilleos comunes sobre los hombres. Los delicados preliminares que acaba de conocer aparentemente no son habituales en los varones locales.

Su One es bueno, él será Su tubab. En el vientre de Fay, una cosa minúscula crece a un ritmo prodigioso... la naturaleza sigue su curso.

El 10 de octubre, a las nueve de la mañana, una nueva vibración de ese maldito Kube-com pondrá de nuevo patas arriba la vida de Winston Duck, la comunicación procede del Señor Presidente Director General de la BUM.

-       Duck, dentro de cuatro horas un helicóptero pasará a recogerle en Jatrofa Ville, le esperan en Bamako para una entrevista particular que debe permanecer en el máximo de los secretos, incluido el propio Houston. Se le hará una propuesta que cambiará su futuro, una vez más no debe decirle ni una palabra a nadie de su alrededor, es absolutamente necesario.

Dios padre corta la comunicación dejando a un muy intrigado One que no ha tenido tiempo de decir la suya.

En un suntuoso salón privado del Hotel África de la capital malinesa, una interesante mezcla de ultra moderno y de arte africano tradicional rodea a cinco hombres que esperan a Winston. Sorpresa, Phillip Angelo en persona está presente, a su lado un Kent Mallow que parece más burlón que nunca y Stevens Barry-Noa, el Director de Cuentas con su habitual e impecable nudo de corbata. Sentados enfrente de los tres americanos, hay dos asiáticos, probablemente chinos, que se parecen tanto que podría considerárseles hermanos gemelos. Estos dos últimos individuos están provistos de auriculares de traducción simultánea y no pronunciarán una sola palabra durante la breve reunión.

One está intrigadísimo por ser convidado y sentarse presidiendo la mesa, inquieto a causa de las miradas que apuntan hacia él. Es Dios padre el que se dirigirá al pato un poco contraído.

-       Señor Winston Duck, estamos muy contentos con sus resultados en Mali. Satisfechos de la manera con la que ha sabido solventar las dificultades aparecidas en su camino. Estimamos que la misión que le confiamos es un completo éxito.

Otra tarea le espera en lo sucesivo. Le recuerdo que, tras su reciente divorcio, le queda por pagar una parte de la hipoteca de la casa de Miami, y esto, a pesar de que su ex esposa es ahora la propietaria. Tenemos una interesante propuesta que hacerle.

Si usted acepta una nueva forma de colaboración, pagaremos inmediatamente su deuda. Además, sus ganancias anuales, que son actualmente de ciento sesenta y ocho mil euros, pasarían a la interesante suma de doscientos cincuenta y mil euros. En lo sucesivo, usted sería el responsable de una plantación de cuarenta millones de árboles, totalmente destinados a carburante. Unas variedades realmente adaptadas a los terrenos de los que disponemos las concesiones de explotación.

Otra cosa Winston, ¡olvídese de la Company! Será el responsable en Mali del EFC, el Ecologic Fuel for Car. Por lo que respecta a la BUM, usted tendrá una excedencia sin sueldo, sin romper su contrato, y, muy importante, sin comunicarle a nadie en Houston su nueva situación.

-       ¿Qué es de Jatrofa Ville en todo esto?

-       Eso ya no es de su incumbencia, tendrá que separarse de Mamadú y de su costosa familia política.

-       ¡Sin embargo nos ayudó a allanar muchas dificultades!

-       Río arriba, en el Níger, los Ifora no tienen tanta influencia.

-       Ya veo, es esta empresa, su EFC la que está detrás de las nuevas instalaciones, del lado de Tombuctú.

-       ¿Cómo sabe eso?

-       El tamtan señor Angelo, el tamtan. A usted que lo sabe todo, ¿no le han dicho que me apodan a veces el pato africano?

-       Sí, y es un punto para usted, son tíos como usted los que nos hacen falta sobre el terreno. Y no se preocupe por la primera explotación, estaba destinada sólo a satisfacer una cuestión ética de la que ya nadie se acuerda hoy. Además, la gente del lugar se ganó bien la vida. Aparte del personal que va a reclutar, establecimos un acuerdo con el gobierno malí para hacer trabajar a presos y presas comunes. Es evidente que estarán mejor en una plantación que encarcelados. Además contribuimos así a una posible reinserción futura de estos delincuentes.

-       No me deja apenas elección.

-       Esperamos su decisión rápidamente, señor Duck.

Ni uno solo de los otros cuatro hombres presentes ha dicho la más mínima palabra, tan pronto como One se eclipsa después de haberse despedido, uno de los chinos se levanta murmurando entre dientes con excelente inglés americano:

-       No tengo confianza en este individuo.

 

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En Zambia pronto hará dos semanas que Henri Perrin no está muy contento consigo mismo, no ha progresado ni un ápice en su investigación y le ronda un mal presentimiento. Además, desde hace algunos días tiene la desagradable impresión de ser seguido. Siente el peligro a su alrededor, la certeza de que unos follones colosales le esperan en un horizonte muy próximo. El único arma del que dispone además de su cámara digital es de una navaja suiza multiusos… completamente insuficientes en caso de que se arme la de San Quintín.

El detective privado viene de Livingston por ferrocarril con destino a la capital del país, Lusaka, dónde quizás encuentre por fin una buena pista. Justo al bajar del tren, un funcionario de policía acompañado por dos agentes uniformados le esperan.

-       Señor Marchaud, tenga la amabilidad de seguirme, por favor.

-       Por supuesto. ¿Qué pasa?

-       ¡Evite las preguntas! ¡Somos nosotros los que las hacemos!

Ay, ay, ay… Tenía razón, ¿por dónde me van a venir ahora los tiros? No sé dónde me llevan ni hay nadie que me cubra las espaldas… Henri, tío, otra vez se va a liar una buena. No me han esposado, eso es buena señal.

Contrariamente a sus temores, el francés no es maltratado en ningún momento. Tampoco le registran y su mudo guardián casi parece amistoso, sonriente, relajado. Curiosa detención. Ahora espera en un edificio completamente anónimo únicamente con los dos policías sentados en cada una de las puntas del mismo banco que él. Todo esto parece la antesala de algo, pero ¿de qué? Después de casi una hora de exasperante espera una puerta se abre frente a él y una voz grave le llama.

-       Entre, señor Marchaud.

La estancia es un señorial despacho magníficamente decorado con refinado arte africano, el hombre que le recibe está sentado, él también sonríe pero sus ojos, ocultos tras unas grandes gafas muy oscuras, no pueden traicionar sus pensamientos.

-       Tome asiento, ¿le apetece un cigarrillo? Debe saber que el tabaco de nuestro país es excelente, forma parte de la composición de muchos cigarrillos ingleses.

-       A qué debo este honor señor…

-       Tiene usted mucha suerte señor Henri… Perrin. En otro tiempo y otras circunstancias, el habernos visitado bajo una identidad falsa podría haberle costado una desaparición, digamos, definitiva: nuestros cocodrilos son terriblemente voraces y tienen el gran mérito de saber ser muy discretos después. Dígame pues lo que busca concretamente… señor detective. Yo, por mi parte, responderé a la pregunta que usted casi me ha planteado.

Me llamo Marisse Ndola y soy el jefe de Seguridad nacional…

Una espantosa visión invade por un instante la mente del investigador desenmascarado. ¡Muchos dientes, afilaaados, afilaaados! ¿Por qué esconder la verdad? Probablemente la sonrisa de su vecino de enfrente puede borrarse en un segundo y, bajo tortura… Entonces el blanco desvela su misión, incluido el nombre de su cliente, pero no dice una palabra sobre el que probablemente maneja los hilos, al menos, tal y como él supone.

-       Cuando le dije que tenía suerte, no le mentí; figúrese que mis Servicios van a colaborar con usted. Actualmente tenemos muy malas relaciones con nuestros vecinos de Zimbabue, particularmente con unos individuos que están metidos hasta el cuello en su asunto. Nos agradaría hacer rodar algunas cabezas, entre otras las de ciertos militares que, durante demasiado tiempo justo más allá de la frontera, castigaron muy duramente y de manera sistemática a residentes zambianos.

El policía que le recibió en la estación estará a partir de hoy a su entera disposición, su francés no es tan perfecto como el inglés que usted habla, pero se defiende. Todo lo que descubra será ratificado de manera oficial mediante documentos firmados por el ministerio del interior.

-       Será un placer trabajar en tan agradables condiciones, señor Ndola. Estoy encantado de haberle conocido y quedo a su disposición.

¡Qué va, jodido cabrón! Una de las pocas cosas de las que me enterado, es del nombre del traficante de oro más grande del país, el que literalmente “esclavizaba" a los bateadores de oro clandestinos enviados a Zimbabue, el mismísimo Marisse Ndola en persona. Este mierda me va a utilizar para ajustar algunas cuentas no resueltas y del todo personales. Me pregunto si sabe lo que sé. Si me paro a pensar en ello, ciertamente no, porque si fuera así… los cocodrilos.

Bueno, mientras tanto mi cliente estará contento y la prima de resultados estará bien completita… ¡pasta gansa!

En cuanto el francés se retira del despacho del alto funcionario zambiano, éste coge su Kube-com personal.

-       Establecer comunicación con el señor O Khan.

 

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En lo que concierne a Jatrofa-Ville, sobreviene un nuevo problema inesperado. ¡Vaya! no es gran cosa la muerte de una docena de dromedarios; estos animales debían ser conducidos al gran mercado anual de Anefis In Darane con el fin de venderlos a los Tuareg llegados especialmente desde Tamanrasset en Argelia.

La pista del valle del Tilemsi por la que en otro tiempo circulaban las caravanas que transportaban sal, oro y especias durante siglos, pasa por en medio de la plantación de jatrofas de la BUM. En el alto en el camino de la primera noche, los jóvenes animales se atiborran de unas hojas que parecen apreciar mucho y de unos primeros frutos extrañamente atrofiados. De madrugada, cuatro de ellos no pueden volverse a levantar y los otros sólo pueden dar unos pasos antes de desplomarse. La treintena de hombres regresa a Jatrofa-Ville decidida a reclamar una compensación.

Mamadú y su esposa, argumentando que la pista pasa sobre una concesión privada y que la caravana nunca tendría que haber seguido ese itinerario, son tratados de mala manera; las obreras presentes tienen que impedir que ambos sean linchados y ¡el colmo de lo inadmisible en esta región que sigue siendo más que machista! ¡Las mujeres se atreven a enfrentarse una vez más a los hombres! Desde los pendientes reales cortados para luchar contra la escisión, en 2018 o 2019, no se había vuelto a ver algo así.

El asunto es mucho más grave que la simple muerte de una docena de dromedarios.

 

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Capítulo cuatro. La última estocada.

  

Aún en el mismo continente pero justo a cinco mil kilómetros al sudeste, el señor geólogo John, puede hablar por fin libremente con el conductor de la excavadora que, según sus indicaciones, cava algunos hoyos cerca del lecho del río Matabele. El Kube-com despliega su pantalla virtual, gracias a ello Max va a poder grabarlo todo desde Londres.

-       ¡El patrón blanco tiene chisme muy mágico!

-       No tenga miedo y no se lo diga a nadie, ¿le importaría contestar a algunas preguntas?

-       ¡Claro patrón blanco!¡Entonces, tú ser gran mago !

-       ¿Ha comido alguna vez el fruto de la jatrofa?

-       Por suerte pues no, patrón blanco, la primera mujer mía y toda la familia suya se dejaron el pellejo con la marranada ésa de allí, hace doce años de esto ya.

-       ¿Qué quiere decir con eso?

-       Sí, la variedad que plantaron en la región aquí, dijeron que para comer animales y también para nosotros. Ya no había bastante maíz, porque se bebe mucha agua, el gobierno pues decidió sabes, cambiar las tortas tradicionales que eran hechas con mijo, a veces también con mandioca por el puré de la jatrofa ésa que dicen.

Los que probaron allí la fruta dijeron muy, muy, bien buena, pero los primeros daños venir después de las dos semanas. Vomitar mucho sabes, y perdían la vista, cagando todo el rato con daño en barriga y sabes jefe, te lo juro, mucha gente muerta. Los que no se murieron ahora están mal de la cabeza. Están chiflados, se lo digo yo, jefe, es verdad, lo juro. Muchos sólo ser presos, pero también algunos de varios pueblos que casi todos muertos.

Es lo mismo con la familia de la mujer mía. Ella ir allí cuando esperar el primero niño de mí. Oficialmente los soldados dijeron que todo esto ser culpa de un virus pequeñito, pequeñito que sólo poder ver con las gafas muy gordas de doctor. Decirlo a nosotros así. Sabemos que muchos militares murieron allí de la misma cosa, sabes, con el mismo daño de antes. Nunca decir cuántos morir allí de gente.

Hoy, los árboles de esta región sólo ir para aceite. Como el que lleva la máquina mía, jefe, lo mismo que antes el gasoil. Los primeros frutos que estaban antes, los que decían para comer, los arrancaron poco a poco y plantaron la variedad para más aceite, haber aún malos un poco por aquí y por allí pero nadie se atreve a tocarlos.

Señor jefe, por favor, yo no decirle nada, el sargento ya viene. Capaces son de matar a mí por contarte yo toda esta historia.

-       Puede estar tranquilo.

Además del documento registrado por Max en su ordenador, la cinta de una microcámara grabó correctamente la conversación, pero esto no constituye una prueba formal de las malas acciones del EFC. Es sólo un elemento más que, añadido a muchos otros…

 

 

Curiosamente, ninguno de los frutos recogidos como muestras va a llegar al laboratorio alemán encargado de analizarlos, los tarros simplemente van a desaparecer. En cambio, todos los minerales consiguen llegar a su destino londinense. Entre ellos hay una decena de gruesas bolas de tierra, una especie de arcilla reseca. Hubert John es astuto, cada una de ellas contiene un fruto procedente de una zona donde un pueblo ha sido diezmado, de una variedad de jatrofa que todavía no había sido arrancada… la que estuvo en teoría destinada al consumo humano.

Las numerosas manipulaciones genéticas provocaron reacciones totalmente inesperadas e imprevisibles, los especialistas son categóricos, los frutos desarrollaron una capacidad impresionante de absorción de metales ligeros, literalmente están cargados de litio y arsénico.

 

 

En Londres, el brasileño señor Nadie exhala su último suspiro... Para probar que realmente ha existido, han sido filmadas varias películas sin su conocimiento. Primero en Brasil, durante su viaje bajo una identidad falsa. Finalmente, a lo largo de todos los cuidados que desgraciadamente no pudieron curarlo. Antes de su fallecimiento, los numerosos análisis efectuados fueron abrumadores. Y ahora mismo el cadáver contiene una tasa de bórax espantosa. En muy poco tiempo su cuerpo es puesto a disposición de la justicia internacional, con las coordenadas geográficas de unas grandes fosas comunes donde han sido enterradas millares de víctimas de los árboles de carburante, genéticamente modificados para la alimentación humana. Dentro de poco será presentada una denuncia por crímenes contra la humanidad en el tribunal de La Haya.

 

 

En Gao un cierto pato va a mostrar que, como todo el mundo sabe, a su especie le gusta el agua y que está dispuesta a pelearse para no despilfarrarla. Aquí, nadie jamás tuvo la idea catastrófica de comer el fruto prohibido. ¿Sería por los sermones de los escasos sacerdotes misioneros y su antigua historia relativa a un tal Adán y su dulcinea Eva? Probablemente no y, a escondidas, algunos debieron hacer algunos intentos. ¡Los dolores de estómago, la cagalera y las náuseas que probablemente sufrieron no animaron otros a hacer lo mismo! Pero los dromedarios cuyos huesos blanquean al borde de la pista servirán para algo.

Winston Duck recoge esos frutos desmirriados, los mismos que son ingurgitados por los animales y, siguiendo el consejo de Chris en Houston, los expide a un famoso laboratorio alemán. Los resultados son enviados a Londres para completar un expediente que crece y crece…

 

 

Es justamente en la capital británica donde, tras un golpe de genio informático, Maximilien Cresty entra en los misteriosos engranajes financieros del EFC y de una retahíla de empresas pantalla que gravitan alrededor de él. Se trata de una ardua tarea pero, tras algunos días atando cabos, parece ser que esta sociedad ha sido creada probablemente, con fondos desviados de la todopoderosa BUM Oil Company.

¿Y si el accidente aéreo de 2023 que le costó la vida a los anteriores Presidente y Director de Cuentas tuviese un origen criminal? Una cosa es cierta, el señor Stevens Barry-Noa maneja las cuerdas desde la sombra, lo mismo que el señor Phillip Angelo. ¡Estos dos están bien compinchados!

Los beneficios contables deben ascender a miles de millones.

 

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¿Que la familia de los Ifora no tiene apenas influencia más arriba de Gao en el Níger?

Te equivocas, señor Dios padre, Presidente Director General de la todopoderosa BUM Oil Company. Los Griots de los cuales forman parte, constituyen la tribu crisol del patrimonio cultural oral en Mali. Desde siempre transmiten las leyendas; más que escuchados, son casi venerados, guardan el espíritu del pueblo y su alma. La memoria del país entero y los hechos más relevantes del pasado se expresan a través de sus cuentos, de sus cantos y de sus bailes.

Empujados por Winston Duck, llamado el Pato Africano, feliz como nunca antes lo ha sido ya que acaba de saber que de nuevo va a ser papá, los Griots alabarán todos los beneficios de la BUM y los que no van a dejar de llegar gracias a la nueva compañía. Este EFC que instala una infinidad de kilómetros de tuberías en dirección a Tamanrasset. Recuerdan la historia de un brazo del río recientemente secado, de los dromedarios misteriosamente envenenados, de las mujeres que osan desafiar de nuevo la dominación masculina, de los graciosos aporreamientos de algunos campesinos que reclamaban el agua que había desaparecido.

Sólo más arriba de Gao, hasta los nuevos puntos de bombeo previstos, son ciento treinta los pueblecitos que viven directamente del río. Río abajo, hasta la frontera de Níger (el país), setenta más. Más lejos, hacia el sur, después de la gran ciudad de Niamey, todavía mucha, mucha gente depende del agua bienhechora y del limo que arrastra, centenares de millares, ¡incluso millones de personas!

Ni un solo obrero, ni una sola obrera se presentan en la oficina de contratación ocupada por un Mamadú tan risueño como los dos supuestos futuros contramaestres…de la tribu de los Griots. Tal es el tamtan de otro tiempo, un ruido que corre, una onda impalpable que se extiende por todo el país, penetrando hasta las celdas de todas las prisiones. Los detenidos se rebelan para no ser llevados por la fuerza y abastecer como esclavos la inmensa propiedad del poco conocido pero tentacular ECF.

Como colmo de la mala suerte para este último, aparecen en la prensa unos artículos sumamente bien documentados explicando al detalle ciertos problemas que han sucedido en otros países… como, por ejemplo, en Brasil y en Zimbabue. Winston Duck ya no responde a las incesantes llamadas del Padre Broncas, simple y llanamente lanzó su Kube-com a la arena riéndose.

-       ¡Amigo desierto, ten, un abono de mala calidad para la mayonesa!

 

5 de diciembre de 2028

 

En Houston, un consorcio de abogados reunidos, en defensa del conjunto de los accionistas de la todopoderosa BUM Oil Company, recibe un sobre certificado muy voluminoso procedente de Londres, con acuse de recibo, y al mismo tiempo, les es enviado por correo especial el duplicado de todos los expedientes que contiene, en forma de llave USB de ordenador, nieta del DVD.

Inmediatamente se convoca una sesión extraordinaria de los más importantes accionistas y se exige además la presencia del señor Phillip Angelo, del Director de Cuentas, el señor Noa Gordon, el maníaco del nudo de corbata, y finalmente de Kent Mallow que sucedió a un tal Winston Duck en unos asuntos concernientes a ciertos árboles. Los abogados, contrariamente a la costumbre, se niegan a que la reunión tenga lugar alrededor de la inmensa mesa del ducentésimo octogésimo tercer y último piso del edificio más alto de la ciudad, sede de la Company, sino en el gran anfiteatro del viejo y feo Palacio de Congresos.

En una sala más pequeña y contigua han sido convocados representantes de la prensa del mundo entero, que esperan sin saber demasiado lo que va a serles propuesto. Frente a ellos se despliega una gran pantalla de cine. En directo, se les proyectará una interesante intervención de tres dirigentes de una sociedad muy conocida, sin ninguna otra precisión. En otro salón, espera impacientemente el gran jefe de Policía de Delincuencia Económica de todos los Estados Unidos. Entre los hombres que lo rodean, está el capitán Garry, que por fin se ha escapado de la comisaría del cuarto distrito y que tiembla de excitación con la idea de participar en un momento histórico. Él es quien tendrá el placer de esposar a uno de los más poderosos mandamases del país y que ciertamente estará mañana en portada en todos los periódicos y, más que nada, o alegría, o felicidad sin igual, que el mundo entero podrá ver desde esta noche en la televisión.

A dios Padre no le va a gustar nada, de nada, el giro de los acontecimientos y acompañado por sus dos cómplices gritará más que nunca por la maquinación de una innoble competencia desleal y dispuesta a todo, hasta el momento en que descubre que el célebre periodista de investigación John Cresty ha llevado a cabo todas las pesquisas. Entonces comprende la amplitud del desastre y tira la toalla.

Sus dos acólitos confesarán más tarde haber pagado por el sabotaje de un jet privado en 2023… y muchos, muchos otros crímenes.

En Brasil, en Zimbabue, en Mali algunas cabezas que se creían protegidas van a rodar sin hacer demasiado ruido aunque estuviesen muy bien situadas, ALGUIEN, no se sabe quién, se las arreglará para proporcionar tapones de cera que sellaran las orejas del conjunto de la población... No pasa nada, las cimas más altas quedarán totalmente impunes, aunque estuviesen inmersas en mayonesa hasta las cejas. Nadie sabrá lo que pasará en Argentina o en la lejana Mongolia, a menos que John y Max envíen un detective privado…

 

 

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¡Esta vez es de veras! El auténtico tamtan, el puro, el único, la voz de África como en otro tiempo, que resuena de pueblo en pueblo en los bordes del río Níger. Anuncia una gran fiesta, un acontecimiento que el pueblo de los Griots transmitirá de generación en generación, modificándolo quizás un poco pero adornándolo siempre de más de mil maneras diferentes.

La maravillosa historia de un tubab americano, venido de un lejano país no tan bueno como dicen, donde la gente vive como dofs no estando bien de la cabeza, y que salvó a Mali de una compañía mala que quería beberse todo el agua buena del Gran Río Sagrado.

Y los tan, tan, tan, tan incesantes llaman hoy a venir a ver a One el Pato Africano, a participar con él en el momento más hermoso de su vida. Su matrimonio con la bella senegalesa Fay, sonriente y toda vestida de blanco, cuyo vientre voluminosamente redondeado contiene no uno, sino dos futuros patitos.

  

 

EPÍLOGO

 

 

Marzo de 2031 Pekín Khan

 

 

El desierto ha avanzado tanto que la ciudad de Pekín ha debido ser abandonada, los edificios más altos han sido dinamitados a excepción de la Torre del Pueblo, construida entre 2016 y 2018, ciento diez pisos de la cual todavía emergen de la arena; un falo gigantesco que es el único lugar que indica dónde vivieron ochenta y dos millones de individuos. El proyecto grandioso de una inmensa cúpula sobre la Ciudad Prohibida, de revolucionaria tecnología, no se llevó a cabo, no por falta de dinero, sino de tiempo. El avance de la arena anunciado por los científicos una vez más sorprendió a los incrédulos e incompetentes dirigentes, siempre tan poco preocupados por la suerte del común de los mortales.

Una nueva capital administrativa de China, aún demasiado roja, se construye a velocidad vertiginosa a ciento sesenta kilómetros al sudeste de la megalópolis engullida. De momento, el gobierno con su lote de innumerables funcionarios, las embajadas, las grandes sociedades chinas y extranjeras así como un mínimo de servicios necesarios para el abastecimiento de toda esta masa de privilegiados, están ya instalados. Un poco como lo fue Brasilia en su tiempo, todos los días llegan varios millares de hombres y mujeres, a menudo cargando con hijos, padres y abuelos. Se amontonan provisionalmente en inmensos asentamientos chabolistas e inmediatamente participan en la construcción de sus futuras viviendas.

Setenta y un millones de habitantes de la antigua capital han sido abandonados a su suerte, mientras se distribuyen más mal que bien en el conjunto de un territorio ya demasiado poblado. Afortunadamente la última guerra ha hecho unas buenas sangrías.

El hombre más rico de un planeta en sus últimos alientos, en completa autodestrucción de la raza llamada inteligente, con la indiferencia general de los políticos cacofónicos, es chino. Tras haber comprado a principios de 2030 la BUM Oil Company y el EFC, ambos debilitados por un enorme escándalo, hoy ocho de cada diez pozos de petróleo, del poco que queda, le pertenecen. También está a la cabeza de inmensas plantaciones de jatrofas en todos los continentes. Una multitud de otras sociedades está bajo su férula, la mayoría de las cuales son grandes bancos.

El señor O Khan toma la palabra delante de ocho personas sentadas alrededor de una inmensa mesa en el último piso de la torre más alta jamás construida. Novecientos metros exactamente, sin contar las antenas… ni la dilatación. Una silla vacía espera a un noveno culo que llega con retraso. Frente a los silenciosos personajes, ocho maletines rectangulares de cuero negro, todos parecidos y cuidadosamente alineados; con bastante probabilidad contienen preciados documentos, planes maquiavélicos, cálculos estratégicos, estadísticas y "yyoquésémás" en todo caso muy importantes.

-       Señores, nuestros esfuerzos para impedir el desarrollo del motor de hidrógeno siguen dando sus frutos, pero nuestros recursos se agotan. Esperamos que una palmera de aceite pueda salvarnos. Se trata de una variedad modificada genéticamente hasta tal punto que sus dátiles parecen melones... ¡y contienen un noventa por ciento de aceite! Nos abasteceremos de todo el agua dulce necesaria utilizando el mar. La técnica de la ósmosis inversa que todos ustedes conocen, da unos resultados excelentes desde hace tiempo. Bastantes países han incluido sus beneficios dejándonos explotar franjas de sus territorios hasta ahora no cultivables e incluso desérticas… A cambio, por ejemplo, de un reabastecimiento inmediato de carburante; el último a fecha de hoy es Argelia que no tiene una sola gota de petróleo ni un centímetro cúbico de gas desde hace ya varios años.

La persona a la que esperamos será la responsable del proyecto...

A cinco kilómetros de la O Khan Tower, Ian Bruner Symplet, súbdito británico, está atrapado en un ascensor averiado entre el vigésimo quinto y vigésimo sexto piso de su hotel. Furioso con su esposa egipcia que desde Cambridge aún lo persigue con unos celos casi injustificables, con su hijo mayor que sólo sueña con gastar el máximo de euros, con su granujienta hija adolescente que vende hachís en el instituto sólo por diversión, y para acabarlo de arreglar, con un inspector de hacienda peor que la tiña que no para de buscarle las cosquillas. El hombre, con demasiada prisa y demasiado preocupado, se acaba de olvidar el Kube-com de última generación en su habitación.

La angustia lo corroe; afortunadamente la claustrofobia no está en sus genes, pero la reunión en la cual debe participar es de gran, muy gran altura, y a esto sí que le teme. El vértigo es su enemigo desde siempre.

Ian no sabe, por supuesto, que en media hora, apenas liberado de la trampa del ascensor, un accidente de circulación con su gran 4X4 puesto su disposición, le hará perder aún más tiempo. El código de circulación chino y sus señales, a pesar de occidentalizarse, no son, al menos por el momento, su pan de cada día y el viejo coche de un argelino pagará el pato siendo hermosamente despachurrado.

Ya debería haber sido presentado al hombre más poderoso del mundo, por lo menos en lo referente a la cartera. La policía aquí es más bien puntillosa y en su habitación, al lado de su Kube-com, su chapa de acreditación de la O Khan Tower, verdadero “ábrete sésamo” del nuevo Pekín, también ha sido olvidada…

 

 

 

                                                


 

[1] Blanco en walof, lengua oficial de Senegal.

[2] Locos en Wolof, lengua oficial de Senegal.

[3] « Un pelín » en árabe, lengua hablada en el desierto.

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