Douce plume acariâtre

Decir que mi experiencia con el género femenino era genial sería una mentira descarada, pero algunas guapas ya embelleciavan una colección que me prometía sustancial. Tres meses antes de cumplir los dieciocho años, mi enfoque se llamaba licencia de conducir. Equipado con este sésamo, muchas mujercitas iban a sucumbir a mis encantos; mucho más conveniente para ir aislarse que mi Vespa roja petardeante, especialmente en días lluviosos.

 

Mis estudios técnicos me han perseguido con dificultad dentro de la EMIM, ( Escuela de las profesiones de las industrias metalurgicas de Lyon, Francia), bulevar de los Tchécoslovacos para especificar. El distrito de Guillotière sirvia como patio de recreo para una pandilla de jóvenes, fácilmente llamados gamberros. Solo adolecentes hombrecitos porque la mixitura de los sexos en la escuela secundaria tardava en imponerse.

Solo teniamos que cruzar un puente encima de unas vias de ferrocarril para que este inconveniente fuera aplanado. Una escuela secundaria comercial para jovenas mujeres ofrecía cebos encantadores a todos estos valientes pequeños chicos que se movían, en su mayor parte, con « mob » (bylette, por supuesto)1

Prohibido o no, las parejas se dirijavan hacia el bulevar des Etats-Unis donde se organizava carreras salvajes.

Las Mobylette, Flandria, Peugeot, Gitane, Giulietta, Gnome & Rhône con culatas cepilladas, suspensiones reforzadas, manillar de pulsera y mezclas especiales de combustible, estos ruidosos y humeantes 49.9 de dos tiempos se transformavan en bolidos y molestavan a muchas personas. Llenos de amabilidad, llamavan la policía para perseguirnos.

 

Nos gustava un bar que era bien conocido por su posición geográfica. Justo en frente de la puerta principal del Gran Cimentièro de la Guillotière (no el Anciano también llamado El Pequeño). Los amigos y familiares que venían a acompañar un difunto hacia su última residencia, raramente lo dejaban vacío durante el día.

Por la noche se convirtia en nuestro refugio, nuestro lugar de encuentro. Particularidad de este bar: a los ancianos no les gustavan! Tal vez veian alli un futuro desagradable con el taller del mármolista instalado en su parte trasera.

O sea que su patio se comunicaba con un campo sembrado de futuras tumbas. Piedras, lapidas y esculturas funerarias de todo tipo no nos impedían reírnos y amarnos.

 

Supe que era una rubia de pote cuando se quitó las braguitas en un marmol grabado con una hermosa cruz.

 

Al fin entendí porqué todos los chicos se reían de mi al salir con ella. He dicho que no una noche, cuando con una gran sonrisa, me ofreció cruzar el bulevar y escalar el muro del cementièro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1Ciclomotor.

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