INMERSION PROFUNDA
Una mano pegada en mi máscara integral y la otra tirando hacia abajo de mi botella de quinze litros de heliox, una vez más lanzo el pie derecho bien hacia adelante. Adiós barco, adiós superficie, para los primeros momentos de mi X milésima inmersión, mi mente se vacía instantáneamente de todo pensamiento. Momento extraño, similar al de una meditación, donde el tiempo suspende su vuelo…con mi chaqueta vaciada de aire me hundo en el agua sin esfuerzo, siguiendo el largo cabo amarrado a la popa de mi barco.
Es solo después de unos pocos metros que el espíritu se reintegra debajo de mi cráneo.
Hoy la visibilidad es excelente, No necesitaré usar mi potente linterna hasta los ochenta metros de profundidad. A sesenta metros, atados en mi cabo, me esperan dos veces quince litros de mezcla de gas trimix. Lo prefiero al heliox desde hace cinco buenos años para llegar muy profundo. A bajo de todo, una simple botella de doce litros con los mismos componentes gaseosos. Un amigo al que le gustaba cambiarla en el fondo ya no podrá contarme sobre su última inmersión.
¿Por qué subió al igual que un corcho, a toda velocidad? Literalmente explotó en la superficie y quienes recuperaron sus restos descubrieron un horrible espectáculo. Insoportable.
- ¿Un buzo tú?
Con mis sesenta kilos todo mojado, muchos chicos y chicas del mundo submarino se han burlado de mi, antes de hacer pequeñas excursiones con migo en el mundo del silencio.
- ¡Este tipo es un fenómeno con aletas!
Hoy mi objetivo culmina hacia los menos noventa metros en un pico vertiginoso que termina en una llanura arenosa a ciento veinticinco metros. Más allá, baja otra vez... profundo... profundo... fuera de mi competencia.
- ¿Un buzo tú?
¡Ni uno de cada mil que me hizo esta reflexión se sumergió tan profundamente! Aquí nada perdona. Prohibición formal de tener el más mínimo fallo con el equipo. Y sobre todo, no creas que no es importante, tienes que estar bien en tu cabeza como en tu cuerpo. El buceador con demasiado estrés, comidas excesivas o buenas pero agotadoras partiditas con mujeres, no hace huesos viejos! También he conocido a idiotas con inclinaciones nicoteniosas que hoy no encuentran pitis cerca de Saint Pedro Buzeador. Yoga, calma y moderación en todo, son recomendables en mi faena.
Respeto estas condiciones para sobrevivir; y, sin embargo, cada vez que buceo, una cierta angustia se apodera de mí. Un peligro que no proviene del elemento H²O, ni de sus temibles habitantes con dientes afilados ; pero si de estos extraños animales de dos patas llamados hombres.
Vienen de forma imprevista y sus visitas son siempre muy dolorosas. Advertido por avión, helicópteros, vigilancia de un semáforo con poderosos prismáticos y ultimamente por satélite, señalan sus uniformes. Pistolas automáticas en el cinturón y armas más pesadas a mano en el barco, los caballeros gendarmes, los funcionarios de aduanas o de los asuntos marítimos tienen otro argumento sorprendente que golpea fuerte. Y hace daño. El cuaderno de multas.
Déjame decirte. Para "recoger" alli a bajo, arriesgando tu miserable piel, un poco de oro rojo ... se necesita un permiso. Se debe estar inscrito como gente de mar en el registro marítimo, documento muy especifico sin el cual no se puede embarcar. Tienes que pagar tu cotización a la seguridad social como autónomo. es necesario pasar regularmente las inspecciones técnicas para el barco, para equipos de buceo, homologados y todo y todo. Se necesita el examen médico obligatorio, aún más y mas de follones.
¡Se necesita tanto « se necisita »que yo no tengo nada!
¡Estrictamente nada de nada! Si tuviera que seguir las normativas al pie de las letras, ya habría muerto solo para pagar los imprevistos. Los hombres están locos por imponer constantemente nuevas leyes, nuevas reglas. . Todo se vuelve tan rígido, tan controlado, que es imposible no encontrarse de un lado u otro en la ilegalidad. De verdad que para mí ... me sumerjo en ella hasta el cuello.
¿Será generoso este prometedor acantilado submarino? ¿Encontraré hermosas ramas allí?
La ley de los hombres no me importa un bledo, pero la de la Madre Naturaleza, la respeto. Conozco equipos que "raspan" las paredes arrancando todo. Corales y gorgonias, esponjas y crustáceos se sacan con la fuerza bruta. Con redes de mallas de acero que posiciona un buzo y que el potente cabrestante del barco sube.
Desafortunadamente, es raro que estos bastardos sean atrapados. Yo, trabajo con cierta ética. El martillo y la red que lleno eligiendo mis capturas cuidadosamente son las pruebas de mi buena conducta. Dejo las ramas de coral muy diminutas para que puedan crecer y que mis taratatanietos pueden recojerlas mas tarde.
Aquí estoy. Hermoso tombante! ¡Extraordinario! ¡Un bosque de coral! No ramas... ¡árboles!
Este precioso rincón me lo dio Colette, tomado de las notas de su marido. ¡Para memorizar en el GPS! Ni en cien inmersiones podre recoger todo esto. Como de costumbre, me voy a la parte inferior y subire recojiendo mi oro rojo con mi martillo en acción. No me alejo a pesar de la tentación de más de diez metros de mi punto de referancia. Sus tres señales luminosas intermitentes, destellos establecidos en doce segundos, son más valiosos que cualquier brújula. Hermoso invento el de estas lámparas estroboscópicas con ráfagas.
-Dios mio!
Si mi herramienta de trabajo no hubiera sido asegurada por una fina y corta cuerdecita, la habria perdido. La estaba perdiendo. Lo que acaba de aparecer en mi campo de visión es una aleta. Con una zapatilla dentro y para confirmar mi descubrimiento, la continuación lógica de una pierna, seguida de otra ; luego el traje con todo el equipo y… lo que queda de un tipo en el.
¡Horror!
Este neopreno, lo conozco muy bien porque lo he parcheado yo mismo. Ni la menor duda, ¡acabo de encontrar a mi amigo Marcel! El que de Port-Vendres a Menton era como el lobo blanco del buceo, el que recibió el apodo amistoso de "Papa la anfora". Tan apasionado por esta preciosidad que terminó pareciéndose a ella. ¡Con su cinturón de plomo podría haber hecho dospara mi ! Siempre en contacto con coleccionistas ricos, listos para pagar una fortuna por un ejemplar raro. Tan poco respeto por el patrimonio cultural subacuático y las duras leyes que lo rigen, que una estancia a la sombra y a expensas de la républica de seis meses no lo calmó.
Tan hechizante bandido de las profundidades marinas, que me arrastró varias veces en su estela criminal, contagiandome esta extraña enfermedad llamada anforomanía. Un mal que lo hizo rico, muy rico, incluso habiendo pagado multas colosales.
Pero nunca este amante de las latas de cerveza habia bajado a tanta profundidad. A menos setenta declarava su rendicion y me pedia ayuda, en algunos casos... muy particulares.
¡Horror!
El traje seco ya no lo es, la causa de la muerte está fuera de toda duda, una flecha de fusil en el pecho, al nivel del corazón.
¡Horror y consternación!
Entre mil reconocería a este aguijón mortal. Esta endidura para el hilo de nylon que personalmente he retocado, como en todas MIS flechas. Modificada, limada a MI manera.
No habrá mucho oro rojo en mi viejo Grand Banc1 americano esta tarde. Tengo que volver a subir con lo poco ya recogido. Pero, ¿qué voy a hacer con el cadáver? Mas bien, lo qué queda de el. Y de todos modos no tendría tiempo de liberarlo del resto de la red de pesca que lo inmoviliza.
Dentro del casco COMEX, el mismo que el mío pero version mas moderna, solo puedo ver un cráneo con órbitas vacías. Alrededor de la lesión inicial, o más bien terminal, los peces más o menos grandes tuvieron que rasgar el tejido de neopreno y pululan por dentro. Una multitud de camarones los acompañan haciendo su excelente trabajo de carroñeros submarinos.
Subiré el bi-botella verde neón, el favorito de Papa la amphora? El tiempo pasa. Tendría que desequipar a este macabro títere y usar mi bolsa inchable para levantar mi ancla. Esta emoción me hizo respirar más de lo habitual, el ritmo de mi ciclo de inhalación expiracion ha aumentado considerablemente.
Decido dejar al amigo Marcel en paz y tal y como está. La mujer que me espera arriba atormenta locamente mi pensamiento. Después de una última mirada, subo lentamente. Cuidado, este es siempre el momento más peligroso de cualquier inmersión, ya sea profunda o no. A menos cincuenta encuentro una botella adicional de heliox de quince litros. Incluso si me quedo en los niveles de descompresion durante mucho tiempo, esta no la terminaré. Solo que, a nueve metros, cambiaré por aire comprimido normal y terminaré con oxígeno puro mi ultima parada de los tres metros.
¿Complicado, dices? No hay escapatoria, si no lo aplicas ... adiós mundo cruel.
No me gusta mirar hacia arriba cuando subo despacio hacia la superficie. Este regreso a la realidad a menudo se vuelve doloroso y entendí muy bien el gesto del héroe de la película "Le grand bleu", pero rara vez puedo evitarlo.
¡Están aquí!
¡Me están esperando! Tengo que respetar las instrucciones de mi eficiente computadora de buceo, un gadget para profesionales que vale una fortuna y cuarto el solo. Adios, olvidadas las antiguas tablas de calculos de buceo ¡Tan sencillas que un pasaje por una escuela de matematicas superiores era esencial para usarlas!
Un tipo baja a mi encuentro y me acompaña en la espera de los nueve metros. Supongo la admiración que debe sentir por mi parafernalia tan compleja y desconocida para él. La tradicional banda blanca ancha y las dos letras que marcan su traje muestran su pertenencia al cuerpo temido por los de mi profesión.
La Gendarmería Marítima.
Sin problema y sonriendo bajo mi máscara, quito la suya para ver su cara. No molestado de la más mínima manera, el tipo me guiña de un ojo antes de reajustarse en un gesto repetido muchas veces. Cierto suboficial a quien tuve el placer de derrotar el año pasado en una partida de cartas. El gato estaba jugando con el ratón en un bar de la hermosa isla de Porquerolles, había perdido esta vez. A su turno mi acompañate me sonria, con gran franqueza. La hora de su revancha ha llegado.
Mi dedo meñique me dice que llamará a buzos más confirmados de refuerzo que él . Que si no hoy será mañana, darán un pequeña vuelta hacia los fondos. Además, acaban de largar una baliza.
Aunque inocente, con vosotros no tengo ningún interés en mentir, habrá que persuadirlos. Se preguntarán por qué en mi barco está esperando Colette, mi amante.
¡La puta que me embujado antes de llevarme a esta fabuloso bosque de coral rojo!
La que oficialmente sigue siendo la esposa de mi mejor amigo, desaparecido desde casi un mes.
1Barco fabricado expresamente para la pesca costera.
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